Capítulo 51

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El primer mes tras una ruptura siempre es el más duro.

A cada uno le abordan diferentes efectos secundarios. Hay quien engorda, hay quien adelgaza, hay quien no quiere salir de la cama y quien no quiere entrar. A mí me dio por el insomnio.

Tumbada en la cama y con temor de cerrar los ojos pasaba las noches en vela. Y en el breve tiempo en el que mi mente, agotada y deshecha conseguía algo de paz, su recuerdo volvía a mí.

Tras este trágico primer mes, comencé a buscar algo de ayuda y pensé que dejar de amar no podía ser tan distinto a dejar de fumar.

Cogí uno de los libros que tenía mi madre de cuando fumaba y comencé a destriparlo.

La primera conclusión a la que llegué es que al igual que los fumadores, los amantes empedernidos no quieren dejar de amar hasta que saben las consecuencias que requiere hacerlo.

Por eso tanto para dejar de fumar como para dejar de amar hay que querer hacerlo.

Recuerdo que en el libro la primera pregunta era, ¿Realmente quiere usted dejar de fumar? ¿Por qué cree usted que debería dejarlo? y entonces pensé, ¿Quería yo dejar de amar? ¿Cuáles eran mis motivos?

Tardé en descubrir que no quería dejar de amar pero que debía hacerlo. Y al final los motivos eran los mismos, mi salud. Para dejar de fumar la salud física y para dejar de amar la psicológica.

Mis motivos eran claros. No quería volver a sentirme vulnerable. No quería volver a llorar hasta quedarme dormida. No quería volver a pensar que tal vez yo no era suficiente.

No quería dejar de amar pero por mi bien, debía.

Una vez asumido este hecho se procede a las pautas a seguir para "dejarlo definitivamente".

El primero es fumarse un último cigarro. Disfrutarlo y cerrar un circulo.

El segundo es alejarse todo lo posible del tabaco y de todos los sitios donde lo dispensen.

El tercero es cambiar todas las rutinas a las que asociemos el tabaco, como quedarse sentado después de comer y apalancarse.

El cuarto es buscar sustituto para el tabaco, como el deporte o los chicles.

Y por último, integrarse de nuevo en espacios donde se fuma.

Era jueves y Julia tenía unas ganas locas de amar. Se moría por sentir entre sus labios los de Carlos. Sentía la boca seca y se mordía los labios evitando amar de nuevo.

Solo había pasado un mes desde que Julia había decidido dejar de amar y veía amantes en todas partes, en el metro, en la calle, en los restaurantes, hasta en su propia casa.

Aunque ellos aún no sabían la totalidad de los detalles de lo ocurrido todos sabían ya que Julia había decidido dejar de amar.

Nadie sacaba el tema en aquella casa, incluso ellos trataban de amar a escondidas, donde Julia no les viera y no quisiera recaer de nuevo en el vicio del amor.

Julia evitaba a toda costa estar cerca de su irresistible amante. Para ello entraba en la oficina a toda velocidad, se encerraba en su despacho y no levantaba la cabeza de los papeles en todo el día.

Evitaba también todos los sitios en los que había amado, el baño de la empresa, el despacho de Carlos e incluso su propio coche gris.

Siempre llevaba el bolso lleno de chicles que le quitaran la ansiedad de saber que no iba a volver a amar nunca más.

Y durante ese eterno mes Julia no se saltó ni una vez las pautas que una ex-amante debería seguir.

Pero unos toques en la puerta de su despacho la sacaron de su guion estructurado.

Cien maneras de mirarteWhere stories live. Discover now