Capítulo IV - Parte III

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Daniel

No quería que se marchara, solo había estado ausente un par de horas y en ese tiempo comprendí que la imagen que tenía de ella, la de los últimos tres días, se había modificado considerablemente porque, a pesar de que por su egoísmo me convertí en su breenum, existían ciertos fogonazos de amabilidad de su parte, lo que me hacía preguntarme ¿cómo era la verdadera Yue? ¿Acaso ocultaba su lado benévolo al resto? Pero ¿por qué? Y la única forma de averiguarlo era acercándome a ella, aunque eso no cambiaba en nada mi deseo de vengarme, pero tal vez... en realidad no tenía idea por qué lo hacía. Sólo... deseaba conocerla mejor.

Esperaba no estar cometiendo un error.

Respiré profundamente, apreté la mano de Yue para infundirme valor.

―Yo... te... ¿Cómo puedo decir "esa palabra", sin decirla? ―pregunté.

Ella me miró un segundo desconcertada, pero luego comprendió mi debate, vi una pequeña sonrisa fugazmente.

―Decir "muy amable" no te meterá en problemas ―dijo, yo le sonreí, pero ella apartó de inmediato su mirada, como si temiera revelar demasiado―. Continúa, sea lo que sea que me quieras decir.

―Claro, tú has sido muy amable esta mañana al advertirme, también la noche anterior.

Se volteó y me miró, nuestros dedos aún seguían entrelazados. Observé su labio temblar, ¿la había puesto nerviosa acaso? Eso era imposible, pero ella interrumpió mis suposiciones con su cantarina voz.

―Es mi deber protegerte, velar para que nada te pase, ya que al ser parte de mi propiedad, es normal que cuide de ti, así que no te creas el importante porque no significas nada para mí ― respondió, su rostro se tensó de furia.

Soltando bruscamente mi mano se levantó; al llegar al umbral de la puerta se detuvo. ―Descansa, porque mañana es luna llena.
Dicho esto se fue.

Qué ingenuo fui, me sentía como un idiota al pensar que ella podría tener un lado oculto. Traté de dejar de pensar en ella, concentrarme en lo que sucedería en luna llena, pero me fue imposible porque volvía una y otra vez a mi mente, junto con aquellas dolorosas palabras. Debía vengarme pronto ya que aquello no presagiaba nada bueno.


***

Yue

Una vez fuera, traté de calmarme.

Fue muy difícil pronunciar esas palabras, pero eran la verdad. Él no tenía por qué agradecerme, sólo estaba cumpliendo con mi deber. Pero a pesar de saberlo, no cambiaba el hecho de que me sintiera mal por lo que acababa de hacer.

Aún veía su cara de asombro pasando por la incredulidad y finalmente al odio, el cual tenía claro que sentía por mí. Lo peor de todo era que comenzaba a dudar si mi decisión de convertirlo en mi breenum había sido la correcta, pero nada se podía hacer ya que, si pedía que revirtiera el hechizo, pondría en evidencia mi debilidad frente a los otros gruceen.

Estaba tan ensimismada en mis pensamientos que no me di cuenta del árbol hasta que choque con él. Unos brazos me sujetaron. Jamás existió dicho árbol, fue con Tam con el que había tropezado.

―¿Dando un paseo a estas horas?―preguntó burlonamente, cuando lo dijo, me percaté que ya estaba anocheciendo, ¿Cuántas horas llevaba divagando por los bosques?―. ¿Estás bien? ― preguntó, esta vez seriamente, parecía preocupado.

―Sí, solo... ―no podía decirle la verdad. ―No me digas que ese breenum te tiene así.

Lo miré asombrada, ¡¿es que tanto se me notaba?! Aquello era peligroso, nadie podía percatarse de cuánto me afectaba ese humano.

―Te equivocas ―contesté apresuradamente, demasiado, porque no parecí convencerlo―, en cierta medida tienes razón, es a causa del breenum que estoy así ―lo vi tensarse―, pero no es lo que tú piensas, es que... la ceremonia es mañana, temo que pueda cometer una imprudencia, eso es todo.

―¿Eso es todo?

―Sí, ¿por qué?

―Porque no me gusta lo cercanos que son.

―¿Cercanos?

―Yue, tu eres diferente. No me gustaría que cometieras una locura y me arrastraras de paso, recuerda que te enlazarás a mí.

―Eso es todo lo que te importa ¿no? ¿Por qué aceptaste si yo soy una vergüenza para todos los gruceen? ¿No crees que era más que obvio que te traería problemas?

―Yo no lo vi de esa forma ―contestó con un suspiro―. Tú solo... eres especial.

―Esa es la forma amable de decir que soy un monstruo ―contesté irónicamente―, en el fondo me desprecias como todos los demás, ahora ¡suéltame!

—No lo haré, estas muy alterada ―aferró mis brazos.

―¡Déjame! ―traté de zafarme pero su agarre era muy poderoso. Eso me frustraba, sentía las lágrimas agolparse en mis ojos.

―Aquí nadie te va a escuchar, y, como supongo, ¡nadie se percatará de tu ausencia!

No pude soportarlo más, las lágrimas tomaron posesión de mis mejillas, dejé de luchar. Tam tenía razón, yo sólo seguía viva porque podía encontrar la flor lunar. Pensé que tal vez Daniel me extrañaría, pero luego de lo sucedido en la mañana era imposible, al contrario, se alegraría.

Sollocé, grité, no me importaba que Tam me viera en este estado, lo único que quería era botar todo lo que llevaba guardado durante años, todas las veces que fui despreciada, todas las conversaciones sobre mí que ni si quiera tenían la precaución de disimular. Lloré hasta que no me quedaron lágrimas.

Sentí la mano de Tam acariciar mi espalda, aunque ya no me sujetaba con fuerza, aún no rompía el abrazo.

―Será mejor que regresemos ―susurró―. Deben estar preocupados.

―Tal vez de ti, pero yo... no soy importante para nadie.

―¡Para mí lo eres! ―gritó, no pude evitar mirarlo para saber si mentía, pero él apartó de inmediato sus ojos. Me percaté de un leve sonrojo en su rostro; lo vi suspirar profundamente, temía a sus siguientes palabras―. Lamento haberme exaltado, realmente eres muy importante para mí, ¡nos criamos juntos! ―exclamó como si eso lo explicara todo―, ¿cómo puedes dudar de mi cariño? No me compares con los demás ―atrayéndome más a su pecho me sentía segura, confortada entre ellos.

―Me hace muy feliz escucharte decir eso ―dije, lo oí reír.

―Ya es tarde, y va siendo hora que regresemos.

―Pero debo estar hecha un desastre, dame un segundo para arreglarme ―cerrando mis ojos me concentré en borrar toda evidencia que pudiera haber quedado en mi rostro― ¿Y? ―pregunté expectante a Tam.

―Simplemente hermosa.

Le sonreí, él pareció asombrado, pero me devolvió la sonrisa. Tal vez siga el consejo de Daniel y trataré de sonreír más a menudo. Nuevamente Daniel invadía mis pensamientos, había logrado olvidarme de él un momento pero la tregua no duró mucho.

Cuando llegamos a la aldea vi la luz de las velas alumbrar el interior de mi casa, tal vez Tam no era el único que se preocupaba por mí.

En eso Tam se acercó a mí, besó mi mejilla.

―Yo me ocuparé de que no cometa ninguna imprudencia ―refiriéndose a mi breenum―, así que borra esa cara de tristeza.

Dicho esto se fue, realmente Tam me descolocaba en momentos. Aún sentía el calor de su beso en mi mejilla.

La Flor Lunar  *[COMPLETO]*Donde viven las historias. Descúbrelo ahora