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     Hoy era un día muy especial. Finalmente la nave estaba lista. Para los dos líderes Decepticons la guerra había terminado ahora que habían completado su objetivo de conquistar Cybertron. Los nuevos mundos que venían estaban más cerca que nunca.

     Cleodata y Megatron volaban desde los altos cielos viendo el gran número de Decepticons que formarían parte de la expedición. Desde esa altura, la cantidad era tan grande que parecía una plaga de scraplets. Unos se despedían de su círculo de amigos con choque de puños, otros con puñetes amistosos en el rostro, Starscream entre ellos. Eso llamó la atención de Megatron, pero no pudo reconocer quienes eran los otros dos seekers del que se despedía.

     La despedida que le llamaba la atención a Cleodata era la de aquellos jóvenes que se despedían de sus sparkmates con besos y lágrimas, que decidieron quedarse para mantener Cybertron en poder de los Decepticons. Dejar el amor de su vida por servir a la causa Decepticon . . . eso sí era lealtad y Cleodata lo reconocía. Desde que ella ha experimentado el amor, sintió el pesar de esos leales jóvenes, y se encargaría de recompensarlos como debe ser.

     El abordaje sería después de que los dos líderes aseguraran el funcionamiento de la nave. Megatron y Cleotada bajaron en picada hacia la pista de aterrizaje de la nave, tomando sus formas alternas antes de golpear el suelo bajo ellos. Los dos caminaron a la par hacia Soundwave que los esperaba en la entrada. Este les mostró la nave comenzando por la cabina principal. Dentro apenas se podía ver las siluetas negras de las mesas de comando que rodean el puente que los lleva al control principal. Soundwave los guió a esta y les indicó el grupo de comandos que desbloqueaba la disponibilidad de la nave. Las luces se encendieron de par en par sonando hasta el comienzo del puente, continuando fuera de la cabina principal y llenando de energía toda la nave. Desde afuera, los Decepticons escucharon los motores encenderse como si fuera un coro golpeante.

     —¿Sientes eso?, ¿no es delicioso? —Cleodata sintió la energía de la nave recorrer su cuerpo, demostrándolo con giros de la emoción—. ¿Cómo la llamarás?

     —No —dijo Megatron mientras la admiraba. Ella frenó sus giros confundida—. Tú tuviste la idea, tú lo diseñaste. Tú lo nombrarás.

     —Pensé que pelearíamos por el nombre de nuestros hijos —dijo con picardía sobre su hombro.

     Él se acercó por detrás y la rodeó con sus brazos, inclinándose con una sonrisa en su receptor de audio. —Tú bautizarás la nave, yo a nuestro sparkling.

     Cleodata bufó una sonrisa. —Eso lo veremos —contestó recostando su cabeza para atrás en el pecho de Megatron—. Una nave que impartirá castigos por donde pase, vengando a los oprimidos . . . —Hizo una pausa mirando al suelo. Cuando el nombre le pegó, alzó a verlo sobre su hombro—. ¿Qué te parece Némesis?

     Megatron cantó carcajadas mientras la apretaba aún más contra él. —¡Excelente nombre! —Luego observó a Soundwave que estaba al comienzo del puente—. ¿No es asombroso?

     —De ninguna manera pudo escoger otro mejor, mi lady —contestó con una leve reverencia con la cabeza.

     Halagada, Cleodata le lanza un guiño. —Gracias, Soundwave.

     Soundwave se pasó una mano por la nuca y miró a otro lado de la vergüenza. Megatron lo notó e indignado observó a su amada desde arriba, mordiéndole lo alto de la cabeza. Cleodata lanzó un corto grito del dolor, pero no se arrepintió de nada.

     —¿Seguimos con el recorrido? —sugirió Soundwave extendiendo una mano hacia la salida.

     Avanzaron desde el laboratorio, las bodegas de energon, hasta las celdas para los prisioneros. Inspeccionaron cada botón, cada esquina y cada pared. No podían darse el lujo de pasar por alto un descuido que podría llevar la pérdida de una costosa nave y miles de tripulantes.

Gladiador GrisáceoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora