Capítulo II

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Era más de medianoche cuando los detectives salieron de la estación del metro y sintieron como el aire gélido de la madrugada acariciaba sus rostros y les teñía las mejillas de un color rojo. Jackson, quien miraba hacia arriba, frunció el ceño al darse cuenta que una tormenta se avecinaba al ver aquéllas nubes cubriendo todo el cielo. Martín por el otro lado, caminaba con la mirada fijada en el suelo pensando en lo ajetreada que ha sido su noche y con un resoplo de resignación, pateo una lata que se encontraba en su camino y se dijo que los problemas apenas estaban iniciando.

Doblando a la izquierda en la intersección de la calle 43, Martín vio sacar a Jackson de su chaqueta el sobre que habían obtenido de Julián mientras que con su mano libre, intentaba evitar que la brisa le levantara el sombrero por segunda vez. Aquello le causó gracia y río por lo bajo. Siguieron derecho y dando vuelta en una esquina se detuvieron al inicio de la calle Norris. Martín se detuvo a descansar unos momentos, ya que sus piernas le estaban pidiendo tregua pero cuando miró a su costado, observó que su compañero había seguido de largo, y algo en su forma de caminar le dijo que era mejor que se apresurara.

Cuando llegaron al final de la otra acera, un cartel de color neón colgado de una pared les dio la bienvenida. Ambos detectives observaron el edificio sin mucho desdén y subieron por los escalones. Cuando llegaron al final, vieron que en la entrada, el número 45 estaba grabado en la puerta. Martín extendió su brazo para girar el picaporte y entró seguido de Jackson, este último antes de adentrarse por el umbral miró por encima de su hombro al sentir la extraña sensación de que alguien los estaba observando. Al cerrar la puerta, el detective aprovechó que había un perchero delante de ellos y se quitó el sombrero para colgarlo mientras que Martín se dirigió hacia el lobby.

-¡Hola! ¿Hay alguien en casa?

Pregunto y al ver que nadie respondía, Martín caminó hacia el recibidor y tocó una campanilla, llamando la atención de Jackson.

-¿Qué haces? -se acercó por la espalda y miró más allá del pasillo al lado del mostrador.

-Solo quería ver si estamos solos, es raro no encontrarnos a nadie aquí, este lugar no parece abandonado.

-Pues solos no están, ¿Se puede saber qué es lo que desean? A estas horas no aceptamos huéspedes en el hotel.

Esa era la voz proveniente de una anciana que bajaba tranquilamente por las escaleras. Y por la miraba que traía, los dos detectives entendieron que su presencia no le era nada agradable.

-¿Y por qué el cartel allá afuera dice que está abierto las 24 horas? No creo que usted sea...

-Discúlpenos por llegar a estas horas señora, ¿Es usted la encargada de este edificio? -preguntó Martín interviniendo lo que seguro iba a ser una mala broma de parte de su compañero.

-Si lo soy, pero aún no han respondido a mi pregunta -cruzó los brazos esperando respuesta.

Ellos se miraron por breves instantes y le mostraron sus placas.

-Somos detectives de policía y estamos aquí por una investigación, ¿Se ha hospedado alguien aquí recientemente? -esta vez habla Jackson.

-Con que policías, no, no vienen muchas personas por aquí -miró a su alrededor y soltó un leve suspiro- los años no han sido buenos con el hotel ¿Sabe? Ya la gente no tiene aprecio por los hoteles viejos...

-Señora, responda la pregunta -habló Jackson en un tono algo brusco que hizo que Martín volteara a mirarlo-. Perdone, prosiga.

-Como les decía, ya la gente no viene muy a menudo, pero hace algunos días se hospedaron dos hombres.

TraiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora