36. Dos tiros

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¿Escuché "Rouge"? ¿Mi Rouge? Espera un momento... ¿Estoy despierto? ¡Funcionó! ¡Sabía que despertaría en poco tiempo! Si es que en serio ha pasado poco tiempo...

El tiempo pasó increíblemente lento: abrí los ojos y vi a María, de la misma manera que en el momento que los cerré. Todo el cuerpo me dolía, pero tan sólo escuchar ese "Rouge, cúbrete" me hizo olvidar ese malestar e ir corriendo a proteger a mi novia, aún sin saber dónde se encontraba.

Ella estaba en el piso, con la espalda recargada a la pared y esperando que un golpe de Scourge le cayera, pero gracias a esa velocidad que sentí al momento fue la que me dio el impulso a correr para evitar que recibiera ese ataque. No iba a dejar que le hiciera daño alguno.

Mientras el puño del erizo verde estaba en alto, en un abrir y cerrar de ojos yo ya estaba ahí, entre ambos, deteniendo la mano de mi rival en alto.

—Tú la tocas, y yo acabo con tu existencia—.

—Ya decía yo que mi día no podía ir tan bien— dijo con ironía.

—Baja la mano Scourge, y así todos nos podremos ir felices a dónde pertenecemos. Tú a tu cueva de lacras, por ejemplo—.

—Uy, fíjate que eso no se va a poder—.

—Así como saliste, así como regresas. No es tan difícil—.

—Pruébalo— río.

Se soltó de mi agarré y me propinó unos muy buenos golpes. Vaya la fuerza que tenía, quedé completamente impresionado. Lo alejé de Rouge y de los chicos, para así evitar que volvieran a enfrascarse en la pelea que recién había iniciado con el erizo verde. No me encontraba al 100%, y mucho menos para pelear, pero algo tenía que hacer para distraerlo y que los demás escaparan.

Scourge tenía una muy buena técnica, a decir verdad. Me lanzaba golpe tras golpe, aún después de recibir los míos no perdía control con la puntería y todos esos puños al aire impactaban contra mi cara y pecho. Yo no terminaba de encontrar su punto débil y él ya estaba acabando conmigo. Fue hasta que vi esas dos vendas que sobresalían de la chaqueta negra que tenía puesta. ¿Bingo?

Le acerté un golpe en las costillas y otro justo en medio del abdomen. Ambos funcionaron, pero el segundo fue mucho más efectivo. Bajó la guardia y ahí fue cuando pude tenerlo a mi merced.

Golpe tras golpe al fin cedió a mi control. En mi cuerpo no había ni una gota de cansancio ya, sino que sólo había ganas de destruirlo. Supuse que todo eso era a raíz del ardor que me causaban esas extrañas marcas en qué atravesaban mi ojo, y estaban en mis brazos.

A lo lejos podía escuchar los gritos desesperados de los demás chicos diciéndome que me detuviera; y lo hice, hasta dejar a Scourge acorralado contra una pila de tubos de metal llenos de óxido.

Él sólo tenía una sonrisa dibujada en la cara.

—¡Shadow, detente ya! ¡Son niños, no cometas una locura!— escuché a María llamar mi atención.

—¿Vas a dejar que te den órdenes? ¿La forma de vida perfecta recibiendo órdenes? Oh, que creías que no sabía eso, ¿cierto?— se burló.

—Lo único que no creía saber de ti era el tipo de idiota que eres. Y, créelo o no, la forma de vida perfecta no recibe órdenes de nadie: voy a hacerte pedazos—.

—¿Y qué diablos esperas?, ¡hazlo ya! ¿Acaso te da miedo? Al final sí terminaste siendo creado por alguien que jugó a ser Dios. El objetivo de tu vida es matar inocentes, vas con el primero—.

No lo dejé hablar más. Le propiné otro buen puñetazo en la cara, en la barbilla, hasta que al fin se calló. Pero su sonrisa burlona no se desaparecía.

Welcome to my lifeWhere stories live. Discover now