38. Después de la tormenta

57 5 0
                                    

Un largo tiempo pasó. Cada día me sentía un poco mejor después del "accidente" de los disparos, realmente había sido una etapa un poco traumática. Por la misma razón, cada día que pasaba, cada maldito día me volvía peor: peor en carácter, más sensible, más enojón, menos tolerante, menos amigable... Pero eso sí, creo que mi bondad y mi responsabilidad seguían intactas. Era la adolescencia seguro, o incluso la depresión que aún rondaba por mi cuerpo y ya no tenía otra cosa que echar a perder más que mi bienestar psicológico. El habitar en el cuarto de Scourge igual era un factor.

Bastó realmente muy poco tiempo para que las cosas dieran un giro. Poco a poco me fui alejando de los que más me querían, me fui encerrando en mi propia burbuja de soledad y de depresión. Lo de María aún me seguía afectando demasiado y seguía con la maldita misma idea de que por mi culpa iban a lastimar a todos, de que no era parte de la familia sino un peligro más que iba a terminar alterando la paz de ese hogar que habían logrado formar. ¡Vamos! Ellos llevaban ya años formándolo, y yo lo único que recuerdo de mi infancia con ellos eran pocas cosas de Sonic, a Silver y a Rouge. Era muy claro que yo no pertenecía ahí.

Y hablando de ellos... Todo había cambiado también. Últimamente, mi mejor compañía era el equidna. Ese mismo con quien me había engañado mi entonces novia, ahora se había vuelto casi un hermano para mí. ¿Y esa amistad cómo rayos pasó? No tengo ni la menor idea, pero ambos, siendo vivos admiradores de la murciélago, nos entendíamos perfectamente bien. Era una extraña relación amigos-rivales, pero siendo los mejores amigos. Tal vez su inteligencia no era la mejor, y su madurez ni se diga, pero claramente su experiencia salía a relucir entre esas dos cualidades suyas. Juntos éramos y hacíamos explotar la misma bomba.

Lo que era con Silver, había pasado a ser con Knuckles. Ahora el albino se había vuelto más serio, menos cariñoso, más alejado, al menos conmigo; y pasaba las horas con su amiga, novia, no lo sé, Blaze. Hasta a veces apenas cruzábamos palabra, ese "click" entre nosotros se había esfumado y claramente culpa mía. Después de haberlo rechazado tantas veces para no afectarlo, terminé rompiendo nuestra bella relación de hermanos. Se iba a cansar, lo entendía; y como fue: se hartó de tratar de entrar de nuevo, de recuperar al Shadow del pasado. Pero era mejor así. No me gustaría que volviera a estar bajo tanto peligro otra vez.

Tikal estaba por la mayoría de edad, así que era muy difícil que hablara con nosotros, o que pasara tiempo de calidad. El casi entrar a una muy prestigiosa universidad la tenía comiéndose las uñas y acabándose casi todo el tiempo. Rara vez estaba en la casa y se la pasaba viajando a distintas ciudades por distintos motivos escolares. La equidna era una completa admiración de Gerard y Ali, ambos hacían demasiado por ella para que nunca le hiciera falta algo. De ella no recuerdo absolutamente nada, pero si necesitaba algo y me pedía ayudarle con algún tema de cosas sobre el espacio y las esmeraldas, no dudaba en echarle una mano. Realmente era una chica muy inteligente, y cuando tenía conversaciones con ella, me hacía sentir en confianza, demasiada.

El erizo azul era ahora mi peor dolor de cabeza. Los humos se le habían subido después de que en el cuartel del G.U.N. lo habían nombrado como un héroe por varias pequeñas hazañas, y "por haber sido él" quien se encargó de rescatar a todos de la explosión del ARK. En la escuela se encontraba en el cuadro de honor, solamente faltaba que le pusieran una estatua en la entrada del edificio para saber que él era el maldito favorito de todos. ¡Sólo faltaba que le pusieran una maldita estatua en la entrada a Green Hill! Su ego estaba por las nubes y no dejaba de presumirlo a cada momento. Ya no lo soportaba. En varias discusiones ya nos habíamos enfrascado, y algunas eran casi de llegar a golpes. Si nos dejaban a ambos en un mismo lugar, podíamos hasta terminar matándonos. Él era como el nuevo Scourge de la casa.

Con la pequeña conejita todo era muy distinto, era un pequeño desastre tras esa tierna mirada. Ella era ese pequeño Silver que yo recordaba de toda la vida, pero con ojos cafés y largas orejas. Y vaya que con la eriza rosa... Esa que tanto me odiaba, después de una noche de largas platicas e insomnio, forjamos una amistad muy inquebrantable, aunque a veces era un poco... extraña. Ella seguía sin verme como a un hermano, y me dejó bien en claro que jamás me vería como tal.

Welcome to my lifeWhere stories live. Discover now