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30 horas de atraco. Banco Hispanoamericano. Plaza de Canalejas.

A las pocas horas de la muerte de Amsterdam, Viena se encerró en el despacho donde estaba el teléfono.

Todos estaban en silencio. Trabajando. Singapur intentó salvarle la vida pero llegó tarde.

—De qué coño está hablando con el Profesor.—dice Tokio mientras coloca otra bolsa con dinero en una de las salidas .—Tenemos que empezar a sacar el dinero.

—Podemos hacerlo sin ella.—añade Helsinki. —Ha muerto amor. Dale tiempo.

Tokio busca a Rio con la mirada y este le sonríe. Mientras tanto, en el despacho, Viena rompe a llorar una vez más.

Hace rato que ha dejado de hablar con el Profesor. Quiere estar sola y ese es el único lugar en el que podrá estarlo.

El Profesor la observa y decide poner en marcha el plan Colorado. El Profesor mira hacia atrás y Denver ríe con su característica risa.

—Entra. Ya.—Denver vuelve a reír y se adentra por el túnel que conecta la base con el Banco Hispanoamericano.

El Profesor tenía cierta sospecha de que su sangre caliente muriera precisamente por eso, así que lo vio claro: necesitaba a Denver en caso de que algo saliera mal.

El túnel era la única salida de escape pero necesitaban un par de salidas extra para el plan Roma, donde saldrían disfrazaos antes de liberar a los rehenes.

Denver recorre el time con rapidez hasta llegar a la puerta escondida del despacho. Viena abre la puerta y sonríe a Denver.

—Hostia puta.—murmura él.—Sois clavaos.

—¿Atractivos e hijos de puta?

—Y egocéntricos.—Denver estrecha la mano de Viena con resentimiento.—Denver.

—Viena.—Denver asiente.—El resto está en la parte de abajo, busca a Nairobi, tiene que estar en las cámaras de los embajadores.

Denver asiente y sale de la sala. Viena se sienta en uno de los sillones y comienza a cargar su pistola. Desde fuera escucha los gritos de felicidad de Nairobi, Tokio y Rio.

Viena sale de la sala y baja a las cámaras acorazadas, están a punto de terminar de sacar el dinero. Nairobi detiene su trabajo y la abraza con fuerza, Tokio y Rio las miran tristes desde la distancia.

—Era un puñetero hijo de puta—comienza a decir Nairobi.—pero te quería.

Viena no dice nada. No quiere llorar ni mostrar un ápice de debilidad. Su padre le enseñó que tenía que ser frígida, su madre y su tío perpetuaron esa enseñanza.

Ambas mujeres dejan de abrazarse y continúan trabajando. Helsinki es el siguiente en darle el pésame.

El cuerpo de Amsterdam aún está en la cámara Jesucristo, Martina está recluida, de forma voluntaria, en uno de los baños. Viena es la única que ha podido acercarse a ella, confía en su persona.

—Quedan dieciocho horas.—anuncia Singapur mientras se acerca al grupo compuesto por Rio, Nairobi, Tokio y Viena.—En dieciocho horas estamos fuera.

—Pues hay que celebrarlo ¿no?—pregunta Nairobi mientras saca una botella de Vodka del mono.

—¿Qué tipo de brujería has hecho para que no se rompa?—Rio analiza la botella, que está en perfecto estado.

—¿Beber todos de botella?—pregunta Helsinki. Tokio y Nairobi se miran confidentes y, Tokio, comienza a sacar vasos de chupito.

Nairobi comienza a servir el vodka en los vasos y los pasa a cada uno de los presentes. Ella es la primera en levantar el vaso, con orgullo.

Viena | LA CASA DE PAPELWhere stories live. Discover now