12

1.3K 74 0
                                    

Bianca se despierta en Florencia, en la casa de sus abuelos. Está amaneciendo. No hay ni un alma, ni un ruido, nada que perturbe esa paz.

Aún lleva el mono rojo. Aún está cubierto de sangre.

Comienza a andar sin rumbo por una ciudad fantasmal, esperando encontrar a Amsterdam para quedarse con él toda la eternidad. Sí. Amsterdam. Ese pedazo de mierda.

Al menos sería una cara conocida entre tanta soledad. Al menos había dado su vida por ella, como ella había hecho por el equipo.

Una figura negra se mantiene de espaldas. Bianca se detiene a una distancia prudencial de la figura. Siente el viento, es la primera vez que lo siente en todo el rato que lleva ahí.

Bianca sonríe durante una milésima de segundo, seguidamente vuelve a tornar el gesto serio. Es Andrés, era obvio que lo iba a encontrar ahí. En el infierno.

-Así que esto es lo que hay después de la muerte.-Andrés se gira y sonríe mientras se acerca a Viena. Lleva un tupido abrigo negro y un sombrero de ala ancha del mismo color.

-No estás muerta, puedes volver.-Andrés se acerca a su hija pero mantiene las distancias. Ella es la que decide saltar a sus brazos.-Yo también tuve esa opción, decidí quedarme aquí. Ya he vivido todo lo que tenía que vivir y, aunque me doliera dejarte a ti y a Sergio, sabía que aliviaría la vida de mucha gente y ya me conoces, tengo la imperiosa necesidad de caerle bien a todo el mundo.

Andrés desabrocha el mono rojo de su hija y dirige su mano por encima del pecho de esta, donde un orificio de bala atraviesa su cuerpo.

-¿Qué fue lo último que dijiste?

-Hoy me apetece morir con dignidad, me dio tiempo a despedirme de mi hermano.-Berlín comprueba la gravedad de la herida, le ha rizado la aorta pero puede sobrevivir.-Lo último que recuerdo es verte a ti a las pocas semanas de nacer, cuando aún no tenías nombre y decidimos bautizarte. Creo que por eso hemos recibido la redención.

-Te vi a ti.-Berlín mira a su hija antes de cerrarle el mono.-Cuando estábamos en el picadero...

Bianca cierra los ojos. Tenía cinco años, sus padres estaban en el picadero de sus abuelos maternos. Fue cuando sus padres intentaron retomar la relación por el bien de Bianca, cosa que no funcionó. Bianca andaba suelta por los establos y se acercó demasiado a una yegua embravecida que, asustada, parecía dispuesta a atacarla. Un grito suyo alertó a sus padres y abuelos. Su padre corrió hasta el lugar en el que estaba y montó a la yegua. Victoria cogió a Bianca y la apartó de ahí pero, Andrés, no se bajó hasta que quedó domada.

-Al final domé a esa yegua, no me tembló el pulso al hacerlo.-Berlín no ríe, realmente no le tembló el pulso.

Viena abraza a su padre, algo que sorprende a su padre pero que no duda en abrazarla de vuelta. Su tacto parece real, el abrazo parece real.

-Estoy soñando ¿no?

-En realidad estás luchando por vivir, puede que estés en coma o entres en coma y estaremos por aquí una temporada. Puede que mueras y estemos aquí para siempre o que vivas y vuelva a verte cuando tu hora haya llegado. Ya veremos que ocurre.

Berlín comienza a andar y Viena lo sigue muy de cerca, ambos van de la mano.

-Es viernes. Los viernes venias a verme cuando era más pequeña...

Viena | LA CASA DE PAPELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora