El funeral del tiempo (AZUL) (En edición)

LIII. El Último Sagitario

Nos leíamos a oscuras
Y parecía que la luna devorada nuestras poesías.
Pues fue en esos momentos
Que la veíamos tan grande.

Y por esas palabras,
por todos los escritos que se llevó,
comencé a escribir estos versos
Para hacer de su recuerdo algo memorable.

Versos de una mujer, que solo necesitaba un guiño, y me podía cautivar
Pues nuestras auroras siempre lograron convencerme,
que con un gesto me puede enamorar
Para una vida a su lado encomendarle.

A ese astro, que notó que mi amor solo divagaba
Que sabía que tenía insegura la mirada.
Hasta que llegó una mujer envuelta en paz,
y adornada de palabras.

Y en ese primer abrazo,
tomé todas sus letras.
Y en ese primer abrazo
La convertí en luz.

Una luz que en la ciudad,
los edificios
No volvían sombra.

Una luz
que hizo que a su lado,
las flores se sintieran más hermosas.

Ojalá hubiera tenido el valor
Para haber salvado tantas como hubiera deseado;
Ojalá
Le hubiera regalado más.

Porque ese arte que la hace única
Dios lo llamó vitalidad.
Pero para mí, vida mía
Tiene por nombre, eternidad.

Quise cambiarle la vida, siendo alguien diferente
Demostrándole que estaba más cerca de florecer, en cada encuentro.
Y aunque ya le hice el amor a su mente
No me negaré, de invitarme a hacerlo con su cuerpo.

Sagitario, tienes unos ojos
Que me demostraron que hay un amanecer esperando en cada día.
No busqué desnudarte el alma, 
quise vestirte de poesía.

Tienes unos labios
Que me regalaron paisajes a otra realidad;
Una risa
Cual ritmo que inspiró mis canciones.

Tienes un gesto de amor
Que cautiva a todas las formas de la felicidad
Y un carisma
Que ante dificultad, no le faltan direcciones.

Te confieso
Que de mis poemas, eres tú el más profundo...
Si pudiera llevar conmigo, aunque sea la mitad de lo que eres
Te juro, que sería el hombre más feliz del mundo.

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¿Cómo le dices adiós, a quien nunca quisiste ver marchar?