Capítulo 29: Leo

66 20 1
                                    

No sabía como comportarme por el simple hecho de no saber qué era esto, ¿un encuentro? ¿hacía parte del entrenamiento? ¿lo hacía porque quería? ¿había aceptado solo porque Juan me "obligó" o por querer? aún no lo sabía. Quería pensar que estaba recorriendo aquellos pasillos con Elisabeth por obligación y no por gusto, esto no me tendría que hacer sentir tan cómodo como me estaba sintiendo en estos momentos y me hacía replantearme si decirle que no por el simple hecho de sentirme así. Con la única persona con la que debía sentirme cómodo era con Claudia por ser exactamente iguales, no con ella que éramos totalmente opuestos.

Mientras recorríamos los pasillos para llegar a la planta baja y poder salir del edifico, ella caminaba detrás mía sin decir nada. Ambos bajábamos las escaleras a toda prisa para llegar cuanto antes por mi poca paciencia y tiempo. Al llegar, Elisabeth soltó aire algo cansada después de bajar las seis plantas. Se detuvo un momento para recuperar el aliento y después nos dirigimos hacia las puertas principales de cristal que dejaban ver la puesta de sol entre las montañas.

—¿Espera, a dónde vamos? —Se detuvo algo insegura.

  —Fuera. —Dije sin pensármelo dos veces. 

Parecía que mi contestación la había pillado por sorpresa porque seguía parada, sin decirme nada.

—¿Fuera? Tengo entendido que no se puede salir. —Entonces vi la tentación en sus ojos, como si aquellas puertas de cristal la fuesen a llevar a la absoluta libertad.

—Pues entiendes mal, Elisabeth. —Hice el intento de darme la vuelta para seguir mi camino pero entonces su voz me detuvo.

—Pero hay guardias.

Paciencia.

—Mejor. —Dije entre dientes intentando controlar mi tono de voz.

—Armados. —Puse los ojos en blanco.

—¿Crees que te van a disparar por querer salir? —Quise ocultar mi tono burlón pero no pude.

Al no tener una contestación decidí hacer el mayor teatro que haría en mi vida.

—Pues mira cómo me disparan.

Me di la vuelta decidido. Miraba esas puertas cabreado mientras Elisabeth me miraba como un conejillo ante los faros de un coche, inmóvil, asustada, sin saber qué hacer.

—¡Leo!

Su grito de advertencia casi me hizo detenerme, la charla de Juan no tardó en retumbar en mi cabeza, debía admitirlo, había formas mas normales de tratar esta situación, pero a veces lo único que te falta para dar el paso es ver a alguien que lo hace.

Tenías que haber tenido más paciencia.

Ni que fuese gratis.

Entonces los dos guardias posaron la mirada sobre mí, ante semejante show lo entendía y entonces cuando estuve a punto de abrir la puerta, me detuve, cogí aire y la abrí sin más. Sorpresa. Nadie había sido disparado. Al darme la vuelta para observar a la Novata no me lo podía creer, tenía los ojos cerrados con fuerza.

—¡Novata! No tenemos todo el día. —Dije sujetando la puerta en señal de que viniese de una vez.

La cara de sorpresa lo decía todo y entonces comenzó a ir deprisa, como si su única oportunidad fuese esa y aunque redujo los pasos al pasar por al lado de los guardias, en cuanto sus ojos se encontraron con los míos note el alivio de inmediato, cuando ya había pasado cerré la puerta detrás de nosotros, dejando el mal momento.

Nada más salir se detuvo y por poco sentí que inhalaba todo el aire que nos rodeaba, sus ojos se cerraron casi al instante y dejó que el viento la abrazara. No pude evitar mirarla algo extrañado y por poco le lanzo un comentario que podría desatar una discusión.

JUEGO DE TRAIDORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora