Capítulo 36: Elisabeth

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Me estaba mirando fijamente en el espejo del baño mientras me intentaba abrochar la cremallera del vestido negro con brillo, con una abertura en la pierna que comenzaba desde el muslo y un escote en forma de V. Tenía una cadena de oro colgando de mi cuello. Mis labios rojos junto con el poco maquillaje que me puse y delineado en los ojos que los hacían parecer más oscuros e intensos. Mi melena ondulada caía sobre mis hombros sin ningún peinado dejándolo al natural.

—¿Te echo una mano? —Dijo Leo apoyado con su ancha espalda en el marco de la puerta, vestido de traje negro, una camisa blanca y con la corbata sin atar detrás de su cuello colgando de ambos hombros y con unas oxford negras relucientes.

Sonreí nada más escucharlo.

—Por favor. —Le dije sin dejar de observarlo mientras él daba un impulso para incorporarse y así poder llegar a mí colocándose detrás mía.

Las yemas de sus dedos tocaron mi piel ruborizándome. Agarró la cremallera con lentitud y lo subió de la misma forma. Una de sus manos se llevaron a mi cadera mientras su mirada se clavaba en mi cuello de manera intensa.

—Te sienta muy bien el negro. —Me dijo en un tono bajo mientras acababa de subir la cremallera dejando parte de mi espalda al descubierto.

—A ti también te sienta bien el traje. —Su sonrisa satisfecha y su mirada brillante me decía lo mucho que le halagaba que le dijese eso.

Al darme la vuelta no pude parar de contemplar su cara perfecta y definida. Su otra mano se dirigió a mi otro lateral de la cadera sintiéndome completamente acalorada. 

—¿Se puede saber por qué debemos ir tan elegantes para una misión tan delicada? Dudo que pueda hacer algo con estos tacones. —Dije al sentir la aguja de mi tacón clavarse en mi pie. 

—Porque somos la parte más importante de la misión, somos los invitados de la fiesta. —Aquello puso mi vello de punta. 

—¿Seguro que no se darán cuenta? 

—Tenemos las invitaciones, aquella pareja que debía asistir está durmiendo una siesta de aproximadamente doce horas, para cuando se despierten todo se habrá acabado. —Su tranquilidad calmaba mi inquietud. 

—¿Les habéis drogado? 

—Bueno, mandamos unas pastillas en sus tazas de té para el hotel que se hospedaban y al parecer les hizo efecto de inmediato. —Alcé las cejas sorprendida. 

—Bueno entonces creo que podré fingir ser la señora... 

Allen. —Acabó por mí. 

—La señora Allen. —Dije reteniendo una sonrisa. 

—Oye, ya que yo te he echado una mano... ¿Tú podrías hacerlo con la corbata? Hace tiempo que no me pongo traje y no sé co... —Antes de que me siguiera hablando llevé mis manos al botón que quedaba desabrochado de su camisa cerrándolo con una sonrisa dándole a entender que no necesitaba oír más.

Al empezar con su corbata su mirada estaba fija en mis labios concentrado y sin dejar de tener los labios ligeramente curvados hacia arriba. Al apretarle el nudo se lo dejé ligeramente suelto ya que presentía que iba a ahogarle, llevó sus manos hacia la corbata y apretó un poco más observándome.

—¿Cómo sabes ajustar una corbata? me parece complicado. —El destello de interés en sus ojos por saber la respuesta me hizo reír por lo bajo.

—Mi padre, cada vez que tenía una conferencia debía llevar una corbata pero nunca se la ponía porque no sabía cómo hacerlo, así que para ayudarlo me puse a ver tutoriales para aprender cómo se hace, así que le debo dar las gracias a él. —Comenté.

—Yo también se las doy, sino no estarías aquí sonriéndome intentando no ahogarme con la corbata. —Volví a sonreír sin querer. —¿Ves? Estás aquí sonriéndome. —Su mano se llevó a mi pelo, apreté mis labios para parar de sonreír. —No hagas eso.—Me puse seria por un momento.—No quiero que pares de sonreír.

—¿Seguro que eres el mismo Leo capullo? pereces otra persona. —Entonces de repente apartó la mirada de mí. 

—Suelo conservar esta parte de mí. —Entonces volvió a mostrarse algo frío y tenso, bajando su mano de mi pelo.

—No hagas eso. —Repetí frunciendo el ceño.

—¿El qué?

—No seas frío y tenso. Me gusta esa parte de ti y te agradezco que me la muestres... significa mucho para mí. —El brillo de sus ojos volvió a destellar.

—¿Estás lista para tu primera misión? —Su voz parecía algo preocupada. 

—La verdad... estoy nerviosa. —Bajé mi tono de voz y dirigí mi mirada a la suya, estaba asustada.

—Cuidaré de ti, te lo prometo. —Me dijo en bajito mientras buscaba su mano para cogerla, al tocar su fría piel sentí como se ruborizó.

—Cuidaremos el uno del otro.

—Confío en ti. —Mi mirada fue directa a sus labios mientras lo decía.

El móvil de Leo sonó en el bolsillo del interior de su americana, metió su mano en ella y al sacarlo me miró por un momento arrugando sus labios.

—¿Qué dice? —Le pregunté mientras me seguía observando.

—Es hora de irnos, Juan nos espera en su cuarto. —Me contestó.

Solté un largo suspiro mientras todos mis miedos se activaban en mi cuerpo de manera rápida. Tragué saliva mientras me apartaba de sus acogedoras manos y salía del baño, Leo salió detrás mía y antes de salir por la puerta me cogió del brazo para detenerme.

—Oye, mírame. —Le miré asustada mientras temblaba ligeramente.

Sus manos se dirigieron a mi rostro, eran cálidas y acogedoras pero no lo suficiente para tranquilizarme en esos momentos. Inhalé y exhalé por la nariz.

—Confío en ti y también en que lo harás bien. —Asentí volviendo a inhalar y exhalar por la nariz.

—Solo hagámoslo, no hay tiempo para que te preocupes por mí, no confío en mí ni tampoco en que vaya a lograrlo, pero vayamos. —Dije girándome hacia la puerta con rapidez e insegura, no quiero que se preocupe por mí en estos momentos, ni hablar.

Iba decidida a salir hasta que Leo me detuvo del brazo y me giró con brusquedad hacia él topándome con su fuerte pectoral y con sus manos volviéndose a colocar en mi rostro, sonrió y entonces me besó, algo violento e intenso, sorprendiéndome al encontrarme con sus labios. Al soltarme me miró por última vez y me cogió por la muñeca.

—Ahora sí, vayámonos. —Tiró de mi muñeca para que avanzáramos a la habitación de Juan.

JUEGO DE TRAIDORESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora