IV

1.2K 115 31
                                    

Nathalie regreso a la mansión luego de un arduo día de trabajo, la empresa sin su presencia es un caos, y la casa igual, su estrés aumento con esta nueva dinámica, pobre de ella que creía tener más paz una vez pueda volver a salir con toda libertad.

Al llegar pensó en relajarse durante unos minutos pero su jefe la llamo al instante, tras suspirar pesadamente se dirigió a su despacho, allí estaba el hombre parado frente al cuadro de su esposa dando la espalda a la puerta, aveces daba miedo, lo único que hacía era mirar esa pintura durante horas. ¿Se estaría volviendo loco?

─Señor Agreste, ¿me mando a llamar?─ pregunto modosa en un tono calmo sin acercarse a el

─Señorita Sancoeur, tengo un viaje programado al Tíbet, confío en que dejó la mansión en buenas manos─ comento dándose la vuelta, fijando  sus orbes grisáceos sobre los safiros de la mujer

─Claro señor, no debe preocuparse─ baja la vista para cortar el contacto visual que estaba teniendo con el contrario

─No lo hago, pero aveces temo que sea inpulsiva─ hace una corta pausa ─No olvidemos su pequeño incidente hace unos meses─ replicó astutamente

─Ya aprendí de eso─ contesto elevando la cabeza, lucia molesta ─No tiene que recordarmelo─ agrego más calmada

─Los errores están hechos para aprender de ellos, si los olvidamos con facilidad jamás podremos corregir nuestra conducta─ se gira y vuelve a mirar el cuadro ─Reitero que confío en usted, si no lo hiciera, ya no estaría aquí─ suspira

─Lo entiendo─ acotó ella volviendo a bajar su cabeza

─Solo la cuido señorita Sancoeur, nunca olvide eso.

─No lo hago─ suspira ─¿Puedo saber que sucede en Tíbet?─ se animo a preguntar

─Pronto lo sabrá─ se vuelve a girar y la mira ─Recuerde que la curiosidad mató al gato─ ríe levemente, ella levanta su cabeza de forma rápida ─No se asuste fue solo una broma─ desvía su vista ─Emilie decía que soy terrible haciéndolas

─Tiene razón─ replicó, el vuelve a fijar su vista en ella, la contraria sonríe levemente ─¿Lo ve?, yo también soy malisima haciendo bromas

El hombre queda desconcertado ante dicha situación, le recordaba a una escena que tuvo con su esposa, el ambiente era el mismo, el haciendo bromas muy malas, y ella acompañándolo de la misma forma, incluso se atrevía a decir que ella tenia bromas mucho más pésimas que las suyas, pero eso no importaba ambos reían como si fueran los mejores comediantes del país.

─Perdone mi atrevimiento─ se disculpo ella al ver la cara de desconcierto que tenía el

─No se disculpe, su broma fue tan buena que no supe como responder─ se da nuevamente la vuelta, pero esta vez no mira el cuadro, mira hacia el suelo ─Cuide bien de mi hijo, puede retirarse

La asistente asintió y salió de aquel lugar con rapidez, mientras caminaba por el pasillo pensaba en lo extraño que había sido eso, pensó que su jefe se había enfurecido por haberse atrevido a tratarlo de una forma tan familiar, pero fue todo lo contrario, se lo tomo de una manera muy tranquilo para ser el.

─¿Estará haciendo algún tratamiento para el humor?─ murmuro acercándose a su habitación ─No. . .ese hombre no tiene arreglo─ concluyó entrando en su cuarto

A primera hora de la mañana, el rubio abandono la mansión, su excusa, no quería que su hijo lo viera irse, seguramente no quería que lo deje o peor aún buscaría acompañarlo, la asistente sabia que eso no era cierto, poco a poco su hijo se acostumbraba a que su padre no le diera atencion.

─Gorilla─ dijo en tono alto alejandose de la ventana, el hombre apareció instantáneamente frente a esta ─Cuida bien de Adrien mientras estoy en la oficina─ ordenó haciendo una seña, el hombre respondió rápidamente con un seño molesto, la contraria se sorprendió y en lenguaje de señas pregunto que sucedía, este respondió que al jefe no le gustaría que abandone la casa sin su compañía ─¿¡Y quien va a cuidar de el si los dos nos vamos!?─ cuestionó enojada, el hombre bajo la cabeza y no acotó más nada ─Perdóname─ se disculpo calmada ─Trae a Adrien y ponlo en el carro, iremos todos a la oficina─ concluyó tomando el puente de su nariz y masajenadolo frustrada

El robusto subió las escaleras tomo delicadamente al pequeño y sin despertarlo bajo junto con el en brazos, la escena era muy tierna parecía un padre preocupado por su hijo, la ejecutiva al verlo no dudo en esbozar una leve sonrisa que causó molestia en el hombre, a el no le gustaba que lo vieran de una forma tierna, decía que arruinada su imagen y su extensa carrera de hombre serio.

─Perdón Gorilla, no te preocupes prometo que nadie habrá de esto, aun sigues siendo todo un brabucon─ comento la de lentes guiñando un ojo

El hombre bufo y abrió la puerta, la azabache lo siguió de cerca a paso tranquilo, una vez afuera subió al coche, y espero que el guarda espaldas lo encienda mientras acariciaba la cabeza del pequeño quien aun dormía plácidamente sin darse cuenta que había sido transportado.

Miraculous: El precio de nuestro amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora