No me lo esperaba

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Lucas

Caía el invierno. El olor a árboles mojados por las lluvias nocturnas dominaba todo el ambiente de las calles iracundas. El cielo permanecía nublado, por lo visto el astro rey se mostraría tarde otra vez. Se oían los claxon de los automóviles que se manejaban en el gris asfalto. 

En la vereda, como siempre, caminaban las personas. Algunas apuradas, otras tranquilas, otras nerviosas, otras tristes, etc. Las residencias de las personas eran normales, como siempre. Algunas de color rosa, otras verdes, otras azules, otras celestes, incluso había de color negro (como la mía). Los carritos de comida, los vendedores ambulantes (no quiero ofender), las personas tiradas en el piso esperando a que algún persona aparezca y le den algo de comida o dinero, pero, como siempre, no vi llegar a nadie. Otras personas pidiendo limosnas o que le compren dulces baratos.

Para mí era un día normal, común y corriente, nada en especial.

Yo iba corriendo por la acera llena de peatones. Me había levantado tarde esa mañana, tenía que estar allí a las 8 en punto. Ni bien vi la hora en mi despertador, salí de mi casa a toda velocidad. No me tomé el tiempo de bañarme ni desayunar, simplemente me cambié y salí.

Mientras iba corriendo, choqué varias personas. Todas me gritaron lisuras, me insultaron. Incluso me tropecé y caí en una parte de la vereda rasposa y me hice una pequeña herida, jeje, soy torpe, lo siento. Apresuré el paso. No podía llegar tarde... no, no quería llegar tarde. Ya estaba en mis últimos meses de academia. Ya era julio, solo faltaban dos meses y postulaba a la universidad. Todo había pasado muy rápido. Pensar que hace ya algunos meses dejé mi hogar, mis pertenencias (las que mis padres me compraron), a mis amigos, a mis padres... aunque, no me arrepiento. Así me pude volver independiente.

Dejé mi hogar ya hace 10 meses, me alquilé un departamento poco tiempo después. Pues tenía un trabajo, dinero ahorrado, tenía algo de ropa que yo mismo me había comprado. Mi trabajo fue lo único que no pude dejar. Lo necesitaba, tenía que terminar de pagar la escuela, y también tenía que pagar para poder ingresar a una academia. Todo se me hizo difícil en ese momento pero con el tiempo lo fui superando, y mi situación fue mejorando.

Seguía corriendo pero a lo lejos ya se podía ver la academia. Ese nombre gigante no pasaba desapercibido para ninguna persona que caminaba por ahí. Todos volteaban a verla, era muy llamativa. Los colores, la textura, la temática, etc. Todo estaba perfectamente hecho con lujo de detalle. El que lo hizo debe haber sido muy perfeccionista, seguro tanto como yo, jeje.

Ah cierto, seguro te estarás preguntando el nombre de la academia, pues... quédense con la duda porque no se los diré, jijiji.

Seguro también te estarás preguntando, dónde carajos vive este tipo. Pues este chico de 17 años, cabello negro (lacio, por si te lo preguntas, jaja), ojos marrón, algo corpulento, alto pero no tanto. Vive en un lugar muy, muy lejano, en un pequeño pueblo, detrás de una base militar donde hacen experimentos para convertir los humanos en súper humanos como el Capitán América o Slade Wilson(son de diferentes universos, lo sé), y este pueblo había invertido una gran cantidad de dinero para construir la academia. Contrataron a los mejores profesores del país. Así situaron la academia en el centro del pueblo, así esta sería el gran patrimonio del pueblo. El gran monumento que sería recordado hasta el final de nuestros días, amén.

Nah mentira, vivo en... Adivinen. ¡Exacto! No se los diré, jojojo.

Llegué. La puerta aún se mantenía abierta.

<<Llegué a tiempo.>>

Crucé rápidamente la puerta echa de madera con olor alcanfor. El auxiliar que vigilaba, quién llegaba tarde, estaba ahí parado conversando con una mujer. Bajé la mirada hacia mi reloj.

InevitableМесто, где живут истории. Откройте их для себя