私を保存

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▬▬▬▬         Capítulo 5           ▬▬▬▬

▬▬▬▬▬ Sálvame ▬▬▬▬▬


El caballo parecía desesperado por llegar al Palacio, tal como Enay, el cual se sentía desprovisto de todo, hasta de una idea en concreta para salvar a Luna. Pero sabía que debía hacerlo de alguna u otra forma, aun cuando todos los soldados del Rey estaban persiguiendo su rostro por todas las calles de su pueblo. Todavía estaba muy lejos de allí, pero ya podía sentir el miedo recorrer sus venas ya que estaba muy alejado de la protección que alguien o algo podía darle... toda su vida había sido una mentira. Su madre no era su madre, y su padre... ni siquiera lo conocía. Pero mejor para él, no se podía extrañar lo que no se tenía, o al menos eso se decía para mitigar el rencor que sentía muy dentro de su ser.

Había llegado ya muy cerca del pueblo cuando un solitario caballo con su dueño comenzaron a acercarse a él. El hombre tenía una capucha que cubría todo su rostro, parecía más bien un ladrón de aquellos que asolaban el pueblo de tanto en tanto. Cuando éste estuvo bastante cerca de Enay, se bajó la capucha que tapaba su rostro y una sonrisa afloró en él. Enay lo miró con disimulo y a la vez extrañeza, el misterioso hombre poseía una cicatriz justo en medio del rostro, que cruzaba desde su labio inferior hasta la ceja derecha, la herida en su estado abierto bien podría haber llegado a una profundidad mortal pero fue bastante bien curada y protegida, seguramente por alguien más y no por él mismo.

—¿Quién eres? —preguntó Enay levantando la voz, todavía galopando para dirigirse al castillo donde aguardaba Luna.

Sólo había pasado un día desde que la había visto siendo agarrada por los brazos del Rey, un día donde había tenido que pasar la noche en la isla con el dragón, donde éste le contó todo lo que debía hacer para recuperar a los demás elementos.

El hombre misterioso levantó la vista y la apoyó en la de él, sus ojos eran grises y amarillos.

—Me alegra volver a verte, niño. Pero, si quieres recuperar a Luna deberás estar preparado. Hoy se celebrará una fiesta de máscaras, infiltrarse será fácil, pero salir va a ser lo complicado.

El hombre volvió a sonreír.

—¿Quién eres? —preguntó nuevamente Enay con un hilo de voz.

Solo se limitó a sonreír y a guiñarle el ojo a modo de respuesta, deformándole el rostro en una mueca desastrosa.

—Deberás buscar vestimenta adecuada, sígueme —inquirió con la misma sonrisa de lado, que denotaba su cicatriz profunda que deformaba su rostro moreno.

Chistó la lengua y su caballo comenzó a galopar mucho más rápido, dejando atrás a Enay, el cual hizo lo mismo, no tenía un plan y parecía que había algo en el color de sus ojos que le daban la ayuda que en ese momento necesitaba.

El hombre lo dirigió a un establo que parecía abandonado. Las maderas que eran de techo más bien parecían estar haciendo de suelo firme de lo agrietadas que estaban y de su estadía sobre la tierra que cubría todo el viejo lugar. El musgo recorría con vehemencia todo el destartalado establo, donde antes habría caballos ahora había agua estancada y almas que parecían no verlas nadie que buscaban un lugar donde dormir y descansar de la mortalidad humana. La luz escaseaba, los rayos del sol trataban de entrar a trompicones por entre los agujeros de la madera producidos por la vejez y la consumición del agua.

Enay se bajó del caballo al ver que su acompañante también lo hacía, internándose en aquel ajetreado lugar.

—¿Para qué me has traído aquí? —preguntó Enay con distancia prudente mientras trataba de tener tranquilo a su caballo, que parecía no gustarle aquel espacio reducido de musgo y maderas podridas.

Yomi: Las Elegías Nostálgicas del Océano ©  [1# Team Agua/Concurso Literario Elementales]Where stories live. Discover now