Wings

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—Myasnoy Bor (Valle de la matanza en Rusia) —

 

Había sido capturada por hombres extraños con pasamontañas, tenía miedo y sentía culpa, sus padres siempre le habían impuesto como regla principal, no desviarse se camino a casa, pero como todo niño quería ir en contra de las reglas y por esa razón se encontraba dentro de una jaula para osos. Al salir del colegio y en lugar de ir casa como cada día, decidió acudir a un puesto lejano que hace días había observado, al parecer vendían dulces extraños, y la curiosidad le pudo más. Cayendo en la trampa del raptor, pues en cuanto se detuvo frente al extraño puesto y ver al hombre casi temeroso, un hombre alto y robusto le cubrió la boca impidiéndole gritar por auxilio.

 

-¿Qué haremos con la pequeña?—escucha decir a uno de los captores y estaba segura de que conocía esa voz.

-Debemos exterminar a todo Zor-El existente—igualmente se le hacia familiar esa voz— Nos llevó semanas pero como todo infante estúpido cayó-

 

Ambos ríen y ella llora inconsolable, babeando cada vez más la mordaza entre sus dientes, tenía hambre y sed, le dolían las muñecas y tobillos los cuales estaban aprisionados con pesadas cadenas, como si fuese un animal salvaje, pues aquel material era para un pequeño oso.

No sabe en que momento cayó inconsciente nuevamente, lo único que recuerda fue haber sentido un piquete en el cuello y después todo se volvió oscuro. Parpadea con pesadez, ya no tenía puesta la mordaza en su boca, estaba libre a decir verdad, pero al recuperar la vista y a pesar de su edad, deseó tanto estar muerta. Ya no estaba dentro de la jaula, se hallaba en medio de una cabaña abandonada viendo la escena más horrible y que nunca olvidaría. Sus padres colgaban de lo que parecían cuernos de alces usados como ganchos, pues los mantenían elevados aquellas sogas desgastadas, la sangre fresca salpicaba a sus pies manchando sus medias y el vestido blanco que todavía conservaba, de rodillas y en shock no puede apartar la vista, no llora o grita, solo está ahí, inerte y sabe que es su culpa, por desobedecer a las reglas de sus padres sobre todo de su honorable padre, el Coronel Emmett Zor-El y su amada esposa, Alura.

Solo reacciona en el instante en que un enorme oso negro irrumpe en la cabaña, destrozando la madera y colocándose frente a ella, abriendo el enorme hocico en un estruendoso gruñido, sin embargo la niña con aquella mirada azul gélida, se pone lentamente de pie siendo meticulosa en sus movimientos y logra coger un pesado tubo para golpear al oso con toda su fuerza en la cabeza, aturdiéndolo el tiempo suficiente para huir. Corrió lo máximo que sus piernas lo permitieron hasta llegar a la base militar donde para su fortuna se hallaba él único capaz de ayudarla, fue al único que le dijo lo ocurrido para sellar sus labios.

Esa noche fue llevada al orfanato donde estuvo cautiva, mirando a través de las ventanas empañadas, la nieve caer y los cuerpos de sus difuntos padres desfilar por la calle principal. Días después los importantes miembros del ejército intentaron hacerla hablar pero solo se limitaba a mirar fijamente a aquellos tres hombres involucrados, no podía probarlo pero estaba segura al reconocer sus voces, y por supuesto jamás diría absolutamente nada con respecto a las joyas de su familia, sabía que era la única heredera pero eso conlleva a la muerte. Y lo supo aquella noche en que logró escapar del valle de la muerte donde nunca nadie podría salir con vida y en la que dejó para siempre el orfanato, siendo perseguida por aquellos hombres, siendo herida en el hombro, cayendo a aquella fosa donde conoció a su mentor, pero que pronto su rostro se transformó en una mueca de terror con una herida de bala en la cabeza y orbes vacíos, ese rostro sin globos oculares y lengua cobra vida para decirle.

Alas De CristalWhere stories live. Discover now