Capítulo 41.

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—Entonces, ¿Vendrás? —cuestionó por segunda ocasión aquél chico de ojos avellana con dulzura.

—Sí, Jos. Si iré —reí por lo bajo. —Me preparas una lasagna para cuando llegue, por favor —me acompañó entre risas.

—Con gusto, ________.

—Bien, entonces te veo en un par de minutos —dije terminando de hacerme unas ligeras ondas en el cabello.

—Aquí te espero —podría jurar que está sonriendo.

Después de despedirnos, colgué y me concentré en aplicar un poco de rimel en mis pestañas, mi pantalla del celular se encendió dejando ver un mensaje de Alonso.

Te extraño.”

No pude evitar sonreír como idiota al leer su sincero mensaje. Estaba trabajando.

“Yo también.”

Le respondí antes de bloquear el teléfono y dejarlo descansar sobre mi escritorio, me miré una vez más al espejo mientras acomodaba mi vestido blanco con un pequeño cinturón color azúl marino. Tomé mi pequeño bolso del mismo color y guardé mi teléfono además de unas cuántas cosas esenciales, mientras repasaba una y otra vez la lista de compras que debía de hacer por la tarde.

Toqué la puerta de un color café oscuro, rodeado de más puertas del mismo color y paredes gris oscuro con un toque azúl, suavemente. La puerta se abrió enseguida dejándome ver a un Jos con el cabello despeinado y una camisa negra de Nirvana.

—Oh mierda, ahora me siento como un vagabundo a lado tuyo —rió y lo acompañé, después depositó un beso en mi mejilla como saludo. —disculpa si ves algún rastro de desorden, me apresuré a limpiar lo más que pude.

El departamento era amplio, como el mío y de Alonso, decorado con colores de tonalidades oscuras de las que resalta el gris y distintos azules. Un auténtico y moderno departamento, muy lindo a mi parecer.

—Está bien, Jos —reí ante su preocupación, entró a la cocina y yo me senté en un taburete en la isla fuera de ésta.

—¿Cómo está Alonso? —preguntó de espaldas a mí, abriendo un sartén con lo que parece ser pasta dentro. —No lo he visto desde la vez que vino a la casa.

—Bien, está bien. Consiguió un empleo más estable en las oficinas de su papá —sonreí al recordar su alegría trás darme la noticia.

—¿En serio? Qué increíble —comenzó a sacar platos de una estantería por arriba de su cabeza. —¿Tú también vas a trabajar?

—No, aún no —observaba detenidamente una foto enmarcada de él con una chica, sobre un mueble a mi costado. —Voy a terminar la universidad, me queda un trimestre. —he estado faltando mucho, acudí a mis clases por internet, pero me están exigiendo ir para éste último de una manera razonable.

—Qué pesadez, gracias al cielo yo ya la terminé —puedo asegurar que puso los ojos en blanco mientras reímos.

—¿Qué estudiaste? —volví a mirarlo.

—Neurología, me especialicé en el ámbito infantil —escuché como apagaba la estufa.

Desearía preguntar si hay algún motivo por el que se quedó mirando un punto fijo durante unos segundos después de decir eso, sin embargo, me contuve. Últimamente todo el mundo actuaba extraño.

—Así que, —carraspeó su garganta.—¿Todo va de maravilla entre ustedes? —sonó más a pregunta que aclaración, sonreí.

—Sí. No cabe duda que es el amor de mi vida.

365 Días Bajo El Mismo Techo. (A.V y ___)Where stories live. Discover now