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La presentación se acompaña de una especie de ceremonia de purificación orquestada por un chico de pelo castaño que luce una túnica de amplias mangas verde. Tiene una mirada rasgada que se ilumina con una sonrisa cálida, me gusta, hace que no pierda los nervios en un ambiente tan formal con cierta mirada familiar taladrándome todavía.

Intento no hacerle mucho caso al chico de pelo morado. No es por nada, pero a su alrededor me encuentro reacciones y fisionomías de todo tipo.

Algunos de los habitantes de la ciudadela son sumamente bellos, delicados como las damas que aparecen retratadas en algunos grabados, con cabellos largos de colores imposibles y prendas que abrazan cada recoveco de sus esbeltos cuerpos. A modo de contraste, otros rostros destacan por sus ángulos afilados, hombros anchos y pechos que parecen esculpidos en mármol. Ojos naranjas, azules rosados, pelos cortos y largo, recogidos, sueltos, trenzados, sonrisas amables, otras traviesas, pero, sobre todo, mucha curiosidad. 

Intento hacer contacto visual con todos, y regalarles una sonrisa a todos aquellos que me ofrecen la suya cuando nuestras miradas se encuentran. 

Mi querido amigo es el último, y lo cierto es que no sé qué hacer llegado el momento.

Cuando es consciente de que lo miro, frunce el ceño y los labios.

Vale, eso ha sido demasiado adorable.

Y si a eso le sumamos el lazo rosa con el que se sujeta el flequilllo... no puedo evitar que se me escape una pequeña risa. 

Él enrojece y retira la vista.

Espero que no piense que me he reído de él.

Hasebe se apresura a buscar al culpable de mi pérdida de compostura, pero todos los chicos parecen querer evitar su escrutinio.

El sacerdote que oficia me guiña un ojo y sigue a lo suyo.

Vaya, vaya... parece que el supuesto "director" del lugar más que respeto despierta cierta mofa. 

Una vez hemos terminado, Hasebe me invita a volver a mi habitación.

- ¿Y ya está? ¿No voy a hablar con ellos ni nada por el estilo?

- ¿Hablar? ¿Para qué? 

- Se supone que voy a tener que organizar batallones y esas cosas, lo adecuado sería conocer a cada uno de ellos, ver sus habilidades, con quien se llevan mejor y peor... 

- Por supuesto, pero para eso existen una serie de informes que puede encontrar en su habitación, Saniwa. Son estadísticas y resultados de batallas anteriores que le permitirán hacerse una idea de las mejores combinaciones.

- ¿Y realmente van a dejarse mangonear por alguien que ni siquiera conocen?

- ¿Mangonear? ¡Es su misión! Han sido traídos al presente para eso, es todo un honor para todos nosotros poder ayudar.

- Aún así, Hasebe, me gustaría concertar una entrevista con cada uno de ellos.

- Permítame que...

- No aceptaré un no por respuesta.

Duda por un momento para dar paso a un suspiro de abatimiento.

- Está bien, pero yo me encargaré de organizarlo todo y controlar los tiempos.

- Estupendo. 

Empezamos a la mañana siguiente.

El primer hombre que entra en mi habitación parece bastante joven, pero su mirada y sus palabras resuenan con el eco de la tradición. Se llama Munechika y ha traído consigo un par de tazas de té y a un amigo.

El color de la glicina [Kasen Kanesada, Touken Ranbu]Where stories live. Discover now