Capítulo 15.-

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Llegaron corriendo al despacho de Dokyun e ingresaron para encontrar que Irene estaba arrodillada al lado de él y lo sostenía contra su pecho. Levantó la vista para mirarlos y vieron las lágrimas que corrían por sus mejillas, el corazón de Jaemin dejó de latir. Su padre no podía estar muerto, claro que no.

—¡Llamen al doctor Henry!—exclamó Jeno y se acercó hasta ellos para alzar a Dokyun en brazos. 

Con una facilidad que sorprendió al castaño salió de allí y comenzó a subir las escaleras, como si su padre no pesara nada. El menor de todos simplemente no podía reaccionar, estaba totalmente ido.

—¿Qué estás esperando?—le preguntó Chenle—¡Sube con ellos!

Asintió tontamente y subió corriendo detrás de los pasos de Jeno. Llegó a la habitación de su padre y vio como el pelinegro lo acomodaba sobre la cama. Se acercó hasta ellos.

—Papá—lo llamó y se arrodilló a su lado—Por favor, papá, despierta…

Dokyun no reaccionó. Entonces los ojos de Jaemin soltaron las lágrimas que había estado acumulando durante todo el camino, su padre lo era todo para él. Y si se iba, el castaño… no iba a soportarlo. 

—Tranquilo, Jaemin—le dijo Jeno y acarició su hombro. El otro siguió con la mirada fija en su padre—Le tomé el pulso, está vivo, solo está inconsciente.

El menor se giró a verlo.

—Me muero si le pasa algo—dijo con la voz quebrada. 

Jeno se arrodilló a su lado, lo tomó del rostro y lo acercó a él para acurrucarlo contra su pecho. Jaemin se echó a llorar a conciencia y se apretó más contra él.

—Nada va a pasarle, te lo prometo.

Alguien entró al cuarto. Era Irene, ellos la miraron y se pusieron de pie. Ella se acercó hasta la cama y se sentó al lado de Dokyun, estaba pálida y el cuerpo le temblaba.

—Ya viene el médico—dijo apenas audible.

—Mamá, todo va a estar bien—la calmó el pelinegro.

Ella simplemente asintió y miró a Dokyun, había ido a buscarlo a su despacho para decirle que si… que se quería casar con él y compartir el resto de los años que le quedaban juntos. Y lo había encontrado tirado en el suelo, inmóvil, con los ojos cerrados. Su mundo se había venido abajo. Ella simplemente iba a morir si al amor de su vida le pasaba algo, él creía que ella ya no lo amaba, cosa que no era cierta. Lo miró y levantó su mano para acariciar su rostro. Siempre iba a amarlo, no importaba el daño, el dolor, los años, Na Dokyun era la otra mitad de su alma. 

Chenle entró corriendo al cuarto, todos se giraron a verlo.

—Llegó el doctor—avisó.

Jaemin salió rápidamente de la habitación y vio al hombre bastante mayor que terminaba de subir con algo de dificultad las escaleras. Tardó un poco en reconocerlo, pero lo hizo. Ese era el doctor que los atendía a ellos cuando él aún vivía allí. Por Dios ese hombre todavía estaba vivo, debía tener como más de cien años. 
Sacudió la cabeza y se acercó hasta él. 

—Por aquí está mi padre, doctor—le indicó. El hombre lo miró sobre sus anteojos y asintió con la cabeza. Lo siguió en silencio e ingresó al cuarto. Jaemin iba a entrar, pero el doctor lo detuvo.

—Necesito estar solo—le dijo con voz rasposa, asintió y  se quedó parado en la puerta. Apoyó la frente contra esta, y suspiró. 

—Ven, Irene—dijo Chenle—Vamos abajo, voy a hacerte un té de tilo así te calmas un poco, Dokyun va a estar bien.

Salvaje - Nomin Where stories live. Discover now