Capítulo 17.-

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Jaemin sonrió al ver que él no hacía nada, solo estaba allí, flotando, mirándolo como si se tratara de un loco. Al parecer tendría que hacer algo más para hacerlo reaccionar de una buena vez. Entonces se acercó a la orilla y salió del agua, siempre dándole la espalda; le avergonzaba que posiblemente Jeno pudiera ver lo que causaba en él, escuchó una suave maldición por parte su parte y se mordió los labios. Se acercó a su ropa y comenzó a vestirse. Cuando ya iba por la playera, lo miró sobre su hombro. Él estaba en el mismo lugar, realmente estaba teniendo una guerra en su interior, el castaño terminó de vestirse y se giró del todo a verlo.

—Ya que has planeado algo, vamos a hacer lo que preparaste—le dijo y entonces se dirigió hacia la pequeña casita.

Jeno observó como Jaemin se alejaba de allí e ingresaba a la pequeña casita. Bien, pensó, todo estaba saliendo perfectamente bien. Sí, claro. Él se estaba comportando verdaderamente como un niño idiota que no sabía como reaccionar. Pero haber escuchado aquel ‘te amo’ de sus labios, lo había dejado completamente sin pensamientos, sin habla, sin reacción. Lo que si había reaccionado a el menor había sido su cuerpo. Maldita sea, en situaciones así odiaba ser hombre y tener algo que demostraba completamente su excitación. Haber visto su cuerpo desnudo de espaldas, no lo había ayudado mucho a concentrarse. Na Jaemin comenzaba a jugar con fuego y él sabía que ambos iban a quemarse. 

Suspirando nadó hacia la orilla y salió para vestirse rápidamente. Cuando se colocó la camisa, se dio cuenta de que no podía abotonarla, así que la dejó así nomás. Sacudió un poco la cabeza, para secarla y respiró profundamente antes de caminar hacia la casita. Bajó la mirada a su entrepierna, aún no se había calmado.

—Compórtate, compañero—le pidió—Si te mantienes a la raya, va a ser mejor.

Se detuvo frente a la puerta y suspiró antes de entrar. Divisó que el castaño estaba parado mirando la parte de la pequeña cocina. Se giró a verlo y le entregó una dulce sonrisa.

—Esto es realmente hermoso, Jeno—le dijo.

—Me alegro que te guste.

—Veamos que hay para cenar—Jaemin se acercó a una cesta y comenzó a sacar la comida. Jeno solo lo observaba. Entonces puso todo sobre la mesa y se sentó—¿No te sientas?

El mayor asintió y se sentó en la silla que estaba pegada a la del castaño. Jaemin lo miró fijo a los ojos, haciendo que él se sintiera más intimidado. Pero ¿Qué diablos pasaba con él? Allí estaba el hombre de su vida y lo único que podía hacer era comportarse como un completo imbécil.
Entonces ya no lo dudó. Nada ganaba con seguir con ese estúpido jueguito de quedarse callado y haciendo nada. Se acercó en una respiración al castaño y tomó su boca con la suya. Jaemin gimió suavemente contra sus labios. Jeno lo tomó de la nuca, acercándolo más, el otro levantó los brazos y rodeó su fuerte cuello, para no caerse. Cada parte del menor temblaba con aquel hermoso sentimiento que latía en su corazón. 

—Te amo—murmuró el pelinegro soltando su boca levemente para comenzar a besar su mentón. Los ojos de Jaemin seguían completamente cerrados, entregándose a cada sensación. 

Jeno bajó sus labios hacia su garganta, encontró aquel punto en donde su pulso latía desenfrenado y lo lamió suavemente. Un escalofrío caló hasta los huesos del castaño. Pequeñas gotas de agua caían cerca del cuello en V de su playera, desde el cabello húmedo de él, erizándole la piel. 
Jeno volvió los besos hasta su rostro, besó sus ojos, uno por uno, con suma delicadeza, bajó a su nariz, luego besó sus mejillas y cuando el castaño esperó que volviera a su boca, él se puso de pie. Jaemin abrió los ojos para mirarlo algo extrañado. El mayor estiró su mano y se la entregó. Jaemin no lo dudó y la tomó. Jeno lo puso de pie, en un solo tirón y lo pegó a él, volviendo a capturar su boca. Ahora ya no era un beso suave. Era un beso cargado de pasión y deseo. Un beso que le hizo temblar hasta el alma. Sus lenguas se mezclaron y al castaño le costó respirar. Pero no podía detenerse, tampoco quería que él lo hiciera.
Sus manos se apoyaron sobre su pecho. Gracias a que la camisa estaba abierta pudo sentir el ardiente calor de su piel. Le cosquilleó el estómago con una irreverente expectación, no estaba listo para los sentimientos que se despertaban en su interior. Y se sintió asustado. Sintió miedo de no ser lo que él esperaba.

Salvaje - Nomin Where stories live. Discover now