Capítulo 2

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El concierto de Mike me apetecía casi tanto como lanzarme por la maldita ventana.

Me puse la sudadera y salí de la habitación, mirando mi móvil. ¿Por qué seguía hablándome la chica de la otra noche? En fin... la ignoré y me centré en Sue y Will, que estaban charlando en la cocina. Se callaron al ver que llegaba sin molestarse en intentar ocultarlo.

—¿Qué? —enarqué una ceja.

—Nada —Sue sonrió ligeramente—. Solo hablábamos de tu pequeña sequía.

—¿Mi pequeña sequía? —pregunté, entrecerrando los ojos.

—La compañera de habitación de Naya estaba anoche contigo en la habitación —me dijo Will—. Naya dice que no hicisteis nada.

—¿Y vosotros qué sabéis? —sonreí de lado, acercándome para robar una golosina de la bolsa de Sue—. A lo mejor es silenciosa.

Espero que no.

—Es obvio que no hiciste nada. La chica no se fue con las bragas en el bolsillo o el pelo hecho un asco —Sue puso los ojos en blanco y me quitó la bolsa cuando fui a robar más.

—Bueno, no hice nada. Es verdad.

—¿Y te encuentras bien? —ella parecía horrorizada—. Creo que es la primera vez desde que te conozco que no haces eso con una chica que entra en tu habitación.

—Simplemente, no me apetecía.

La mayor mentira de mi vida.

Will me estaba mirando fijamente. Suspiré.

—¿Qué?

—A Naya le cae bien —remarcó.

—Pues me alegro por ella.

—Ross, sabes lo que quiero decir. No quiere que la espantes.

—¡No espanto a nadie! Solo vi unas películas con ella.

—Vi cómo la mirabas —él frunció un poco el ceño—. No es una chica cualquiera. Es la compañera de Naya. Ya le hiciste lo mismo con Lana. No le arruines las cosas con esta chica.

—¿Le hice lo mismo con Lana? ¡Solo salí con ella!

—Y ha terminado en Francia —Sue sonrió ampliamente.

—Lo que quiero decir es que esta noche va a venir Jenna y...

—Espera —lo detuve—, ¿va a venir?

Él frunció el ceño al ver mi sonrisita.

—Ross...

—¿Qué? ¿No puedo alegrarme? Me cayó bien.

—Nunca me meto en lo que haces con esas chicas, pero no hagas lo mismo con ella.

—Ni se me había pasado por la cabeza.

Sonreí ampliamente y agarré las llaves y la chaqueta. Los escuché siguiéndome mientras subía al ascensor repasando mentalmente cada detalle de los vaqueros estrechos y el jersey que había llevado. Esperaba que se pusiera algo más ajustado. O quizá no. Sería más fácil controlar los ojos si no lo hacía.

Al llegar a la residencia, nos tocó esperar diez minutos, como siempre. Miré la hora en el móvil, un poco más impaciente de lo que debería.

—Voy a ver... —empezó Will.

—Voy yo —lo corté, saliendo de un salto.

—¡Ross! —intentó protestar.

Lo ignoré, metiéndome en la residencia tan rápido como pude. Chris dio un respingo al verme llegar.

Tres mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora