Capítulo 15

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❤️Mini maratón 1/2❤️

Bueno... era el día de la premiere.

Qué asco.

Suspiré pesadamente al terminar de abrocharme la camisa delante del espejo de la habitación. Estaba muy raro tan arreglado. ¿Dónde estaban mis sudaderas? Las echaba de menos.

Mientras me ponía la americana y recogía la corbata que había comprado con Jen esa mañana, no pude evitar echar una ojeada al interior del armario. Sus cosas volvían a estar ahí. Vi el jersey rojo, los pantalones negros con los que me torturaba continuamente y las botas que siempre usaba. Era extraño. Y reconfortante.

Estaba peleándome a muerte con la estúpida corbata cuando la puerta se abrió y Will se asomó para mirarme con una sonrisita burlona.

—Mírate, qué prestigioso —bromeó—. ¿Puedo hacerme una foto contigo para presumir con mis amigos?

Le dediqué una mirada furibunda y él se echó a reír, señalando mi corbata.

—¿Te ayudo?

—Puedo yo solo —me enfurruñé.

—No, no puedes.

—¡Que sí que puedo!

—Creo que voy a tener que llamar a alguien a quien no podrás decirle que no, entonces.

Apenas unos segundos después de que desapareciera, volvieron a abrir la puerta, pero esta vez era Jen.

Maldito y sabio Willy Wonka.

Jen se acercó a mí intentando no sonreír al verme. Intenté que eso no me afectara, pero no lo conseguí.

—¿Qué es tan gracioso? —mascullé, empezando a contemplar la posibilidad de ahogarme a mí mismo con la corbata.

—¿Alguien no sabe atar su corbatita?

—Cállate. Sé hacerlo —y me enfurruñé todavía más.

Madurez en estado puro.

Jen se acercó un poco más a mí y ladeó la cabeza, divertida.

—Puedo ayudarte —se ofreció.

Con todas las cosas con las que podía ayudarme... y solo se ofrecía para atarme una corbatita estúpida.

—¿Sabes atar una corbata? —pregunté, extrañado.

—Aunque te parezca mentira, mi instituto era de uniforme. Tenía que hacerme el nudo de la corbata cada mañana. Creo que me las puedo arreglar.

Quité las manos dócilmente cuando ella deshizo mi desastroso nudo e intentó quitar las arrugas de mi pobre corbata aplanándola con la mano.

—Tengo que admitir que nunca creí que te vería en traje y corbata —murmuró con una sonrisita—. Aunque es una corbata preciosa. Seguro que quien te la recomendó tiene un gusto excelente.

Yo sí que tenía un gusto excelente, porque la que me lo había recomendado era lo que más me gustaba de toda la situación.

—O una pesada que no me dejó comprar lo que quería —enarqué una ceja.

¡Yo quería sudaderas, no corbatas!

—Serás idiota —masculló, divertida.

Le dediqué una sonrisa fugaz mientras intentaba mover los hombros, pero era como si esa estúpida americana me estuviera oprimiendo la vida.

—Si no me obligaran a no hacerlo, iría en sudadera.

Ella esbozó una gran sonrisa al mirarme.

—En una sudadera de Tarantino —añadió.

Tres mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora