Capítulo 7

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Si pudiera elegir a alguien a quien hacer desaparecer de la faz de la tierra, solo a una persona, y preferiblemente sufriendo en el proceso... sería el imbécil del novio de Jen.

Oh, espera.... ex-novio.

Je, je, je.

Qué palabra tan preciosa. Exnovio. Mi palabra favorita.

Deja de sonreír, idiota.

¡No podía!

Sin embargo, con todo el tiempo que llevaba fantaseando —aunque no quisiera admitirlo— con que cortaran, me sorprendió lo agrio que fue el momento. Especialmente porque esa ruptura que tanto había esperado había significado que Jen perdiera muchas de sus cosas y me la encontrara llorando en la residencia.

Imbécil.

Bueno, al menos había desaparecido de su vida, cosa que era un alivio.

Miré a Jen de reojo. Ella acababa de discutir sobre no sé qué dieta que Naya le estaba imponiendo —bastante innecesaria, si querían mi opinión, porque viendo ese culo perfecto no le hacía falta nada más—. Estaba en la cocina, terminando de prepararse su asqueroso plato sano y se mordía el labio inferior por la concentración. 

Quizá miré esa última parte un rato más del necesario.

—¿Qué miras tanto, amigo mío?

Volví a girarme automáticamente hacia delante cuando Will empezó a reírse de mí.

La parte buena fue que Jen tuvo que sentarse en mi regazo al volver, cosa con la que estuve más que encantado.

Ya casi me daba la sensación de que se había relajado sobre mí —ojalá fuera en un sentido más sucio, pero no— cuando vi que la pantalla de su móvil se iluminaba por una llamada. Me tensé al pensar que podía ser el imbécil de su ex, pero no. Era su madre. No pude evitar una sonrisita.

—Si es mi suegra.

Pero Jen no estaba sonriendo. De hecho, yo dejé de hacerlo al ver su cara de horror. Estaba a punto de preguntarle cuando se puso de pie de un salto.

—Mierda, mierda —empezó a mascullar.

Miré a Naya en busca de ayuda —seguramente le contaba más cosas a ella que a mí—, pero parecía tan perdida como yo.

—¿Qué pasa? —preguntó Will por mí.

—Nada, es que... se va a enfadar conmigo.

—¿Por qué? —Naya enarcó una ceja, curiosa.

—Porque... mierda.

Ella respiró hondo y vi que deslizaba lentamente un dedo por la pantalla antes de llevarse el móvil a la oreja. Me tensé incluso yo sin saber muy bien por qué.

—Hola, mam...

—¡JENNIFER MICHELLE BROWN!

El grito había sido tan fuerte que lo había escuchado perfectamente. ¿Michelle? ¿Acababa de decir Michelle?

Maravilloso. Perfecto para bromas crueles.

Empecé a reírme a carcajadas sin poder evitarlo. Jen me dirigió una mirada furiosa.

—¿Michelle? —repetí, riendo tanto que me dolía el estómago.

Pero más me dolió el hombro cuando me dijo que me callara y me pellizcó.

—¡Oye! —yo también le puse mala cara.

—¿ME ESTÁS ESCUCHANDO? —la voz de mi (ojalá) futura suegra volvió a resonar a través del móvil.

Tres mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora