Capítulo 18

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Ya no estaba seguro que el año sin Jen hubiera sido el peor momento de mi vida, porque... joder, esto estaba siendo horrible.

Sinceramente, no entendía cómo seguía aquí, conmigo.

Yo ya sabía que iba a ser una mierda. Will también. Pero los demás no. Especialmente Jen. Una parte de mí esperaba que se asustara y se marchara, aunque fuera solo por un tiempo, hasta que yo estuviera mejor. Y la verdad es que si lo hiciera no podría culparla.

Al inicio intenté ocultar la jaqueca, los espasmos dolorosos en el estómago o la cantidad de veces que empezaba a marearme solo por moverme, pero no pude hacerlo por mucho tiempo. Era inútil. No podía hacer otra cosa que no fuera pasarme horas y horas tirado en la cama con la cabeza contra la almohada, intentando mejorar un poco antes de que ella volviera y me encontrara así. Nunca servía de nada.

El dolor siguió. Especialmente el de la cabeza. Había momentos en que era tan intenso que no podía ni pensar. Y llegué a un punto en que me resultaba difícil mantenerme de pie.

Era humillante.

Intenté ducharme varias veces yo solo, pero una de esas veces terminé casi desmayándome en la ducha. Y cometí el grave error de decírselo a Jen al día siguiente.

—Yo te ayudo —me dijo enseguida.

Me crucé de brazos, solo con los pantalones puestos, junto a la ducha.

—Ni de coña —murmuré con la voz ligeramente más grave de lo normal. Hacía días que me dolía incluso la garganta.

—Jack...

—No —repetí.

—¡Podrías hacerte daño!

—He dicho que n...

—¿Y si me meto contigo en la ducha?

Hubo un momento de silencio.

—Bueno, vale.

Ella sonrió ampliamente y yo observé con cierta fascinación cómo cerraba la puerta y empezaba a quitarse ropa. De hecho, no me di cuenta de que era mi turno hasta que se detuvo delante de mí solo con sujetador y bragas y tiró ligeramente de uno de los cordones de mis pantalones.

—Bueno —enarcó una ceja—, ¿vas a deshacerte de esto o lo has pensado mejor?

—¿Y si animamos lo de la ducha y voy a por un condón?

—No estás en condiciones para hacer eso —replicó, cruzándose de brazos.

—Yo siempre estoy en condiciones de hacer eso —le aseguré—. Especialmente si te paseas desnuda delante de mí.

—Jack, métete en la ducha antes de que me cabree.

Suspiré y me bajé los pantalones y la ropa interior mientras ella sacaba las toallas. Me metí en la ducha y apoyé torpemente la espalda en la pared, mirando de reojo cómo se paseaba en ropa interior. Esbocé una sonrisita.

—Creo que nunca te he visto enfadada de verdad —le dije, pensativo, viendo con mucha atención cómo se quitaba el sujetador—. Seguro que eres de esas personas que cuando se enfadan se ponen a gritar y a aterrorizar al mundo.

—Reza porque nunca tengas que comprobarlo —bromeó.

Mi sonrisita aumentó cuando se bajó las bragas y las dejó junto a mi ropa. Se metió en la ducha conmigo, cerró la mampara y, en cuanto vio mi sonrisita estúpida, empezó a reírse.

—Deja de mirarme y abre el agua.

—Si siempre va a ser así, empezaré a ducharme diez veces al día.

Tres mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora