Capítulo 5

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Jen había estado evitándome otra vez durante todo el día y mi frustración empezaba a ser notable. MUY notable.

Estaba en medio de una guerra fría con la chica que me gust... que me interesaba, y ni siquiera sabía por qué.

Mascullé una maldición cuando vi que solo me quedaban dos cigarrillos y Will, desde el sofá, soltó una risita bastante impropia en él. Lo fulminé con la mirada al instante.

—¿Qué? —pregunté directamente.

—Nada.

—Si no es nada, no te rías como un idiota.

—Oye, no pagues conmigo tus frustraciones sexuales con compañeras de piso que pasan de ti.

Volví a meterme el tabaco en el bolsillo, me giré en dirección a donde aparecería Jen en cualquier momento y solté otra maldición. Él soltó también otra risita, claro.

—¿Qué? —pregunté, esta vez de muy mal humor.

—Solo me pareces gracioso.

—Pues tú a mí me pareces un capullo.

—¿Quieres hablar del motivo de tu tensión?

Metí las llaves del coche en mi bolsillo de un golpe, irritado.

—No estoy tenso.

—Vale, eso díselo a tus pobres llaves.

Escuché que Sue les gritaba a Jen y Naya que se dieran prisa y suspiré. Will se puso de pie para acercarse a mí.

—¿Y bien? —preguntó.

—¿Sabes qué demonios le pasa? —le pregunté en voz baja, señalando el pasillo con la cabeza.

Will se estiró y lo pensó un momento. Me dio la sensación de que no iba a decírmelo pese a saberlo, como siempre que quería que llegara yo solito a una conclusión. Era insoportablemente listo.

Además, ¿cómo demonios lo sabía? ¿Es que todo el mundo lo sabía menos yo, joder? ¿Tan ciego estaba?

—Tú sabes qué le pasa —concluyó.

—Si lo supiera, te aseguro que no habría estado prácticamente sin hablar con ella una semana.

—Eres tan ciego para algunas cosas, Ross...

Vale, pues debía ser eso: estaba ciego.

—Pues por eso necesito un poco de ayuda, imbécil.

—¿Llamas imbécil al amigo que quiere ayudarte?

—Mira, déjalo.

Me di la vuelta, todavía más irritado, pero me detuve cuando escuché que me llamaba. Esbocé media sonrisita antes de volver a adoptar mi expresión seria y mirarlo. El truco de dar la discusión por finalizada nunca fallaba con Will. Siempre terminaba contándome todo lo que quería saber.

—¿Y bien? —pregunté, impaciente.

—¿Me estás diciendo en serio que no lo sabes?

—¡¿Quieres decírmelo ya?!

—Está celosa.

Parpadeé, considerándolo por un momento. Por un momento, me vino a la mente que seguía teniendo muchos números de chicas guardados en el móvil. ¿Quizá los había visto? No, era imposible.

Por cierto, igual debería empezar a borrarlos. Aunque ese no era el momento de pensar en eso.

—¿Jen? —Will asintió con la cabeza, dejándome más confuso todavía—. ¿De quién?

Tres mesesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora