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Capítulo Trece: La Impaciencia.


Eran dos personas las que habían entrado al cubículo que estaba al lado del que Gerard y tú estaban; Gerard parecía querer contener la risa cuando comenzaron a escuchar jadeos atravesando la fina pared, tú estabas rojo, la música había sido detenida por Gerard. Querías irte pero tenías miedo que las otras dos personas se enteraran de que no estaban sólos en los baños, te pusiste de pie y Gerard te detuvo, tomándote del brazo, mirándote desde abajo.

"¿Qué haces?" Susurró lo más bajo que pudo, cuando los gemidos en el otro cubículo aumentaron su volumen.

"Me voy." Susurraste igualmente, cerrando los ojos al escuchar un afeminado "¡Dios!" del otro lado, Gerard negó rápidamente, sin soltarte del brazo se había puesto de pie también, mientras que una expresión pensativa se dejaba ver en su rostro, estaba muy cerca de ti, puesto que estaban frente a frente y el cubículo era diminuto. Sus ojos se posaron en los tuyos, con la sinfonía de gemidos al fondo, Gerard parecía muy concentrado viéndote, mientras que tus mejillas estaban rojas, y las de él también se tornaban de ese color.

"Deberíamos irnos."

Susurraste, pero bajando la mirada a cualquier cosa que no sea su rostro sumamente cerca al tuyo.

"No, esperemos. De lo contrario, nos verán vagando por allí y... nos mandarán a clases."

 Cerraste los ojos al oír otro: "¡Oh Pete, justo así! ¡Mierda!" La risita silenciosa de Gerard logró que abrieras los ojos, él soltó tu brazo y llevó ambas de sus manos a los lados de tu cabeza, a tus oídos, cubriéndolos para que no escucharas, y como si lo hiciera a propósito, ahora su rostro estaba más cerca, su aliento casi golpeando tus labios, no escuchabas el jaleo en el baño siguiente, y así pareciera como si Gerard y tú estuvieran dentro de una burbuja de paz, cerraste los ojos, la paz era como un abrazo tibio calmando el frío de un cuerpo puesto a la intemperie.

 Volviste a abrirlos cuando notaste la mirada de Gerard puesta en tus labios entreabiertos, notaste como sus pupilas parecían ser del doble de lo que eran antes y tragaste saliva, sus manos aún cubrían tus oídos y seguías sin oír los gemidos ajenos, pero el carmín seguía en tus mejillas y el rostro de Gerard seguía inclinado hacia ti, cerraste los ojos al sentir como sus labios rozaban ligeramente sobre los tuyos, sin tocar siquiera, como si fueran una suave brisa de verano, casi imperceptible, tu corazón golpeando tu caja torácica, como si quisiera salir, tus ojos abiertos ahora, encontrándose con los de él, verdes y profundos, quitó sus manos de tus oídos y notaste que los sonidos sexuales del otro cubículo habían cesado, así que él se alejó un paso hacia atrás, y parecía como si estuvieras flotando, te recostaste contra la pared.

"¿Qué... qué fue eso?" Balbuceaste, y él sólo sonrió ladeado, acomodando uno de sus mechones negros detrás de su oreja mientras que con su otra mano alisaba su falda.

"Es que..."

"¿Qué..?"

"Lamento si..."

"No te lamentes, no me molestó."

Dijiste, usando tu última reserva de oxigeno mientras morías.

las otras cosas. » frerard.Où les histoires vivent. Découvrez maintenant