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Steve suspiro juntando su valor antes de entrar a la clínica. Hace seis meses la idea de tener un bebé ni siquiera  pasaba por su cabeza, demasiado ocupado con las cuentas por pagar, su trabajo que le consumía más vida de la que le daba y por su puesto su asma, las alergias y esos catarros que durante el invierno solían asentarse en su cuerpo como la misma nieve en los tejados.

Pero hoy estaba ahí frente a la lujosa clínica de fertilización intentando juntar su valor para no temblar como una al viento en pleno otoño. Tomar esta decisión no había sido fácil, habían sido noches enteras de no dormir y pensar una y otra vez en sus posibilidades, en cómo su vida cambiaria y todo sería mucho más fácil después de esto.

Steve era un omega de clase media, poco atractivo para los alfas pues había nacido con un severo déficit hormonal que le volvía prácticamente un beta al olfato de cualquier alfa, incluso en días como hoy durante el celo Steve pasaba completamente desapercibido, lo cual el rubio había aprendido a apreciar como una clara ventaja pues nunca había sufrido acoso alguno cuando el calor de su celo le llegaba en lugares públicos. Una bendición y una maldición también pues Steve era consciente de que su alfa destinado jamás podría reconocerle como tal si no podía percibirle... si su aroma no podía enamorarlo.

Era también por esa razón que al final había accedido a esta locura. Hace cinco meses se había inscrito en el programa de vientres de alquiler que el gobierno regulaba con ojo de halcón. Ciertamente eran escasos los omegas que accedían a ser partícipes pero era mejor que fuesen supervisados bajo riguroso cuidado a que las personas que no pudiesen tener un bebé buscasen de manera ilegal obtener uno. Así era como había conocido a James y Natasha, dos alfas que habían ido en contra de su propia naturaleza pero que a pesar de todo se amaban y buscaban formar un hogar. Steve no era la mejor opción pero era la única que había tenido la pareja así que ambos habían acordado hacer lo mejor con lo que tenían

Habían sido meses de preparación y cuidados pues el cuerpo de Steve no estaba en su mejor forma para llevar con éxito un embarazo pero eso no era algo que un buen tratamiento no pudiese solucionar. La pareja de alfas era millonaria y no habían dudado en invertir sus recursos en el cuidado de Steve, el rubio sabía que todo era parte del acuerdo pero realmente había disfrutado de esos meses sin sentirse enfermo y completamente vitalizado. Su figura menudita y pequeña se había visto sin duda beneficiada con los kilos que había ganado.

Respiro profundo una última vez antes de por fin entrar, ese día sería el día en que inseminarian su cuerpo y si todo salía bien pasaría los próximos meses cuidando de la pequeña vida que crecería en su cuerpo. Steve sabía que no sería fácil pues no era bien visto que un omega soltero tuviese cachorros y mucho menos que se prestara a estas cosas pero a grandes males grandes soluciones. Probablemente el rubio jamás tuviese una pareja que se preocupara por ese tipo de cosas, ser un omega ya era difícil pero ser un omega marginado lo era aún más.

De acuerdo a su cartilla de identidad era un omega y a pesar de que en apariencia lucia como un beta le era difícil conseguir empleo pues los empleadores no podían contratar omegas que no tuviesen algún tutor o alfa que les respaldara, Steve no tenía a nadie así que la vida que se había armado él mismo era bastante precaria.

Pero Natasha y James le habían dado una nueva oportunidad. Un piso pequeño pero en una buena zona, sin humedad en la paredes y sin vecinos con dudosos negocios. Por ahora solo podía vivir ahí pero de acuerdo al contrato el lugar pasaría a ser suyo si el cachorro llegaba a término así como el 50% del pago restante. Durante los nueve meses todos los gastos del rubio serían cubiertos por la pareja así el rubio no tendría que trabajar ni preocuparse por otra cosa que no fuera atender sus citas de control y cuidar su alimentación.

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