~CAPÍTULO 5~

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Son las siete de la mañana y ya me encuentro vestida con un vestido en color verde agua, sin ningún adorno y con un escote en forma de corazón que he elegido entre todos los que tengo, aunque siento que debería de comprar algo que me haga ver un poco más adulta al menos para el trabajo. Sin embargo me gusta mi estilo y no quisiera cambiarlo aún cuando soy consiente del aspecto aniñado que me da. Mi rostro puede pasar por el de una adolescente y mi cabello rubio acentúa aún más esa inocencia que hay en mi. Eso, junto con mi forma de vestir en tonos dulces hace que parezca que voy al primer año de la universidad e incluso puede ser que aparente estar en el último año del instituto. Imagino que no usar maquillaje para endurecer mis facciones ayuda a ello, pero es que nunca me gustó y no tiene la pinta de que vaya a comenzar a gustarme ahora. Más no por eso evito ponerme al menos un poco de polvos y un toque de brillo labial como siempre para terminar acomodando mi cabello, aunque esta vez si decido trenzarlo en una trenza fina que dejo caer por mi espalda hasta un poco más arriba de mi cintura.

Me encuentro algo cansada, es por eso que no me detengo más de cinco minutos en mirarme en el espejo cuando termino de colocarme los zapatos que he elegido para acompañar el vestido que llevo puesto y salgo de mi habitación yendo directa hacia la de Marine.

Anoche estuvo hasta cerca de las cuatro de la madrugada con un dolor de estómago que no la dejaba dormir, al parecer le había caído mal algo de la cena y eso le causaba el dolor. Por suerte a las cuatro se le quitó y fue entonces cuando pudo dormirse por completo siendo el momento donde yo pude tranquilizarme al menos un poco. No soporto la idea de que mi hija se encuentre mal, ni siquiera aunque sea de forma mínima, es algo que sale superior a mis fuerzas y me preocupo de forma horrorosa, pero es que pensar en el simple hecho de que ella se queje por algo, lo que sea, no lo tolero y solo deseo que ese dolor lo tenga yo y no mi pequeña. Al llegar a su habitación compruebo que aún esta dormida, su dulce rostro se ve tranquilo y Momo está a su lado tan dormido como lo está ella. Es entonces cuando me dirijo hacia la cocina y comienzo a preparar el desayuno, aunque esta vez no hago más allá de fruta para que a Marine no le duela el estómago otra vez.

—no dudes en llamarme, aunque sea por algo mínimo ¿si? —le digo por tercera vez a Lidia.

—lo haré, no te preocupes —ella me sonríe de forma tranquilizadora y yo hago una mueca con los labios.

Es imposible que no me preocupe, pero aún así se que tengo que ir a trabajar, no me parece correcto faltar y mucho menos el primer día, por lo que después de besar el cabello rubito de mi hija salgo de mi casa y me encamino hacia donde está mi coche aparcado para ponerme en marcha hacia el centro de la ciudad donde queda la empresa. No llego más tarde de las ocho y cuarto de la mañana y aunque no comienzo hasta las ocho y media, yo ya decido entrar e ir a donde se que queda mi mostrador. Es aquel que vi el día anterior cuando vine a la entrevista, ese que está en el último piso junto con al despacho de mi jefe, aunque por suerte hay una puerta que nos separa y eso me tranquiliza.

Todavía no he podido pensar en lo que casi ocurre la noche anterior con él sino es porque la llamada de Lidia nos interrumpió y la verdad es que prefiero no pensarlo, por eso miro a cada instante el reloj, deseando que los quince minutos que quedan pasen de forma rápida para poder meterme de lleno en el trabajo y no pensar en nada más.

—Buenos días —un a voz ronca con acento italiano hace que alce mi rostro para centrarlo en el del hombre que se encuentra frente a mi, quedando detrás de la piedra de mármol donde yo me encuentro sintiendo que es lo único que me refugia de tan imponente hombre.

Quiero decir algo, responder su saludo, pero lo único que puedo hacer es mirarlo como una boba hipnotizada ante tanto perfeccionamiento junto en una sola persona, comprobando lo tan bien que le queda ese traje de marca en color negro con una camisa blanca y una corbata también de color negra que le queda impresionantemente bien... aunque siendo sincera dudo que a este hombre pueda quedarle algo mal. Sus músculos se contraen ante cada respiración que él da y yo puedo notar como la costosa tela de la camisa que lleva puesta, se mueve al compás de su torso subiendo y bajando de forma pausada a cada bocanada de aire que deja salir de entre sus labios. Dios, parece tan irreal que por un momento pienso que tal vez estoy soñando con algún tipo de dios griego que a decidido venir a hacerme una visita para premiarme con su belleza.

PASIÓN GRIEGA {+18}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora