III

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CAPÍTULO TRES

EL EXTRAÑO AMENAZANTE // EL GALANTE ENCANTADOR

"Madre está aquí para protegerte para siempre "

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"Madre está aquí para protegerte para siempre "

Perséfone seguía con vista fija en la nada mientras las palabras se repetían una y otra vez en su mente. Apenas le habían permitido dormir un guiño esa noche, la promesa amenazante entretejida en las palabras aparentemente inocentes aterrorizó a Perséfone mucho más de lo que ella admitiría.

La terrible idea de pasar la eternidad bajo el asfixiante asimiento de su madre la hacia sentir enferma.  Había pensado en escapar muchas veces en ocasiones anteriores, pero como en ocasiones anteriores, se habia dado cuenta de lo estúpido que era su plan. Perséfone miró alrededor extrañamente tranquilo prado  y permitió que su mente, la cual se encontraba inusualmente inquieta, volviera a la noche anterior y a la desagradable cena con Ares. Por primera vez desde su partida, ella se permitió expresar cualquier tipo de disgusto en su rostro, sus labios se curvaron en una mueca de desagrado. Ser forzada a pasar por todo el fastidio de sentarse sin hacer nada mientras su belleza era adorada y venerada no divertia a Perséfone en lo más mínimo. Solo servia para alimentar su  furia.

El sol se deslizó por el cielo claro y brillante, el paso de las horas no hizo nada para dividir la resolución de Perséfone. No sabía qué hacer, pero estaba muy segura de la veracidad de la dureza de los sentimientos que albergaba dentro de su pecho por su querida madre.

Perséfone se levantó de su posición de rodillas en medio del prado. Ella cerró los ojos y movió su mano ante su rostro, el suave toque de flores contra la piel de sus pantorrillas provocó el más pequeño de sus suspiros. Al igual que muchos días antes, deseaba que su ira se manifestara en un aguacero en la horrible pradera, pero no podía concentrarse en las oscuras y pesadas nubes.

El sonido de su suspiro, aunque pequeño, logró llamar la atención de un espectador lejano. La silueta alta e inminente de una sombra en el campo permaneció inmóvil, observando a través de los ojos encapuchados a la joven Perséfone.

Perséfone abrió los ojos y se dio la vuelta rápidamente. La suave brisa del verano empujó sus suaves mechones hacia su rostro, ocultando su vista de la figura distante. Fue entonces cuando lo notó. La flor. A diferencia de sus rosas, no era feroz, sino delicada. Sin embargo, le llamó la atención como una de las flores más hermosas que había visto jamas. Un narciso blanco bañado en oro en el centro. Se acercó a la flor, sin poder sacudirse la curiosidad que florecía en su interior. Tras una inspección más cercana, Perséfone se dio cuenta de que no había nada extraordinario en la flor. Era un narciso simple, muy parecido a todos los demás que había visto antes, un recordatorio de lo que realmente era la vanidad: una debilidad.

Cuando extendió la mano para pasar los dedos por los pétalos blancos y suaves, algo le pareció extraño sobre toda la situación. Nunca había visto un narciso en esta parte del campo de su madre, aunque los narcisos brotarían maravillosamente en el suelo drenado del pasto, bajo la brillante bendición de Helios. La flor se sintió diferente.

PerséfoneWhere stories live. Discover now