Draco y tu

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   Mi nombre es _______ Dursley y hoy cumplo diez años, mi primo Harry, cumplirá sus once años mañana.
   Él desde hace unos días está viviendo cosas extrañas pero me estoy apresurando.
   Harry llegó junto a mi familia el año en que yo nací, tal vez por esto era que él nunca había sido muy mimado, es decir, mis padres tenían una niña recién nacida, un niño de un año y ahora un sobrino de un año, eso debe haber sido difícil.
   Harry era hijo de Lily, la hermana de mi madre Petunia, ella y su marido James habían fallecido en un accidente y por eso él vivía junto a nosotros.
   Desde muy pequeño Harry había sido tratado toscamente por toda mi familia, excepto tal vez, por mí, yo siempre sentí compasión y admiración por él, era mi primo y como tal lo quería mucho, incluso podría decirse que lo quería bastante más que a mi hermano Dudley quien era un estúpido, engreído y bueno para nada. 
   En el cumpleaños de mi hermano ocurrieron muchas cosas; como ver a mi hermano gritar exageradamente porque tenía un regalo menos que el año anterior.
   Luego de esto habíamos decidido ir al zoológico, Harry iría con nosotros, lo cual definitivamente era una novedad.
   Pero en el zoológico algo ocurrió, él estaba viendo a la serpiente, cuando de repente... ¡El vidrio desapareció! Y Dudley cayó donde estaba la serpiente, la cual se escapó... pero... ¿Soy yo o esa serpiente habló? Pensé.
   Todo aquello me pareció muy divertido pero a Harry le costó un duro castigo.
   Pero lo realmente extraño vino después de eso...
   Comenzaron a llegar cartas a nombre de Harry ¿Quién podría escribirle? Él no tiene amigos o familia además de nosotros.

•¡Pe... Pe... Petunia! –dijo mi padre nerviosamente.
•¡Vernon! ¡Oh, Dios mío... Vernon! –respondió mi madre.
•Quiero leer esa carta –gritaba el siempre caprichoso Dudley.
•Yo soy quien quiere leerla –gritaba Harry enfurecido-. Es mía.
•Él tiene razón –intervenía yo.
•Fuera de aquí, los tres –gritó mi padre•¡QUIERO MI CARTA! –protestó Harry.
•¡Déjame verla! –insistía Dudley.
•¡FUERA! –gritó mi padre, ¿Le gritó a Dudley? Esto está feo pensé.

   ¿Quién podría escribirle? Él no tiene amigos o familia además de nosotros pensé nuevamente pero lo más importante ¿Por qué mi padre le esconde las cartas y no se las deja leer? ¿Qué están escondiendo?
   Con la llegada de más y más cartas, lo cual hizo que mi padre se volviera completamente loco, y finalmente tomó una decisión; nos iríamos de casa ¿Dónde? No lo dijo. Simplemente donde el correo no llegara.
   Ese día era mi cumpleaños pero nadie parecía recordarlo, solo Harry quien me saludó con un abrazo y me regaló uno de sus viejos soldaditos.
   Llegamos a un peñasco, donde nos condujo hasta la envejecida casa.
   El interior era horrible: había un fuerte olor a algas, el viento se colaba por las rendijas de las paredes de madera y la chimenea estaba vacía y húmeda. Sólo había dos habitaciones.
   Recién entonces parecieron recordar que ese día era mi cumpleaños, ya que mi padre me entregó la bolsa "con la cena" diciéndome que lo comiera cuando Dudley durmiera, lo miré y vi un pequeño pastel individual que sería mi torta de cumpleaños al menos no lo olvidó completamente pensé desanimada.
   De aquel pequeño trozo comí solo la mitad decidida a esperar a que pasaran las 00:00 y le daría la otra mitad a Harry por su cumpleaños.

•Harry feliz cumpleaños –susurré para que nadie lo oyera y le entregué la mitad del pastel.
•Gracias –respondió él en el mismo tono con una sonrisa, tras la cual comió el pequeño trozo.

   La tormenta fuera era terrible, el fuerte ruido de los truenos permitía que nadie oyera nuestras palabras y eso era agradable.
   Pero de pronto...

•Eso no es un trueno... -susurré, alguien o algo, golpeaba la puerta con fuerza.

   Harry y yo corrimos a escondernos, mientras mi padre bajaba con su escopeta en la mano, seguido por mi madre y... la puerta cayó.
   Algo cubría la puerta, luego pude notar que se trataba de un hombre, uno muy, muy grande.
   Este hombre resultó llamarse Hagrid, y tras una larga conversación pude deducir que; Hagrid trabajaba para un colegio llamado Hogwarts que era un colegio de magia.
   Harry había sido aceptado a este colegio, y él era un mago, al igual que sus padres, los cuales no habían muerto en un accidente sino asesinados por un mago malo.
   Hogwarts era un colegio de internado, lo cual quería decir que Harry se iría a vivir allí durante todo el año, regresando recién cuando terminaran las clases.
   No vería a Harry en mucho tiempo pero al menos estaba segura de que él tendría un buen año, porque sin importar lo que ese lugar fuera, seguro sería mejor que mi casa, donde era tratado prácticamente como un esclavo.
   Según lo acordado Hagrid se llevaría a Harry y luego lo traería unos días más, mientras que mi padre se comprometió a llevarlo a la estación para que abordara el tren.
   El día de ir a la estación finalmente había llegado, yo iba junto a él en la parte trasera del auto familiar.
   Cuando llegamos ninguno se quiso despedir de él, excepto claro; yo.

•Te voy a extrañar -le dije cabizbaja.
•Prométeme que estarás bien -me dijo levantando mi rostro.
•Solo si tú también lo prometes -respondí con una sonrisa forzada.
•Lo prometo -respondió abrazándome.

   Finalmente se alejó de mi rumbo a la estación y yo regresé junto a mi familia.
   Durante todo ese tiempo Harry y yo nos escribimos casi a diario, aunque nunca comprendí como funcionaba aquello, yo llevaba las cartas a la oficina de correos y a él se la entregaba una lechuza, mientras que él enviaba sus cartas por una lechuza y a mí me las entregaba el cartero.
   Sin importar cómo funcionara todo eso, lo único que verdaderamente nos importaba era poder estar comunicados y no perder el contacto en todo ese tiempo.
   Escribirle día tras día era la única forma de poder sobrellevar aquella distancia y lo mucho que extrañaba a mi primo.

MESES DESPUÉS

   El día en que Harry regresaría había llegado, y yo me veía como la más ansiosa de las niñas.

•¿Ya es hora de ir a la estación? -pregunté.
•Ya casi -respondió mi padre viendo la hora-. ¿Quieres ir?
•¡Si! -respondí entusiasmada.
•Bueno... ayuda a tu madre a preparar el desayuno y puede ser que te lleve -dijo viendo su periódico. 
•Gracias papi -respondí y besé su mejilla, lo que lo sorprendió enormemente ya que yo no acostumbraba a realizar esas muestras de afecto, tras eso corrí a la cocina.

   Una hora después salíamos hacia la estación, mi padre se quedó en el vehículo mientras que yo bajé corriendo.

•¡Harry! -exclamé y corrí hacia él-. Te extrañé.
•Yo también -dijo respondiendo a mi abrazo.

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