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Aquel día Luke no tenía clases, y como era el turno de Bastien tenerlo, no le había quedado más que llevarlo a la clínica. Lo positivo, es que el niño ya era lo suficientemente grande como para comportarse.

Y mientras tuviera su tablet, el pequeño rubio se entretenía.

—Hola ¿Quieres? —sonrió.

Luke levantó la cabeza, y se encontró con una jovencita de cabello oscuro, que le estaba sonriendo y ofreciendo un postre de vainilla. Al ver que estaba con una bata de médico, aceptó.

—Gracias.

—De nada, fui a comprar algo para la media mañana, y creí que a ti te gustaría también —sonrió sentándose junto a él—. Por cierto, soy Kim.

—Luke.

—Sí, conozco a tu papá, él...

La jovencita dejó de hablar, al levantar la cabeza, y encontrarse nuevamente con ese maldito reloj de gato. ¿Cómo podía ser que caía tan fácilmente al verlo?

—¿Él qué?

Giró su rostro al sentir que algo golpeaba su hombro, y se encontró con que era una cola peluda, que se movía de un lado hacia el otro. Miró a la chica, y ella estaba con la mirada pérdida en la cola del reloj.

—¿Te gusta la cola del gato? —rio divertido.

—Sí, se mueve de un lado a otro, y... Me gusta —pronunció sin poder dejar de mirarla.

—Eres graciosa —sonrió—. Y tú también tienes cola.

Al escuchar eso, Kim inmediatamente salió de aquel trance, carraspeando y mirando hacia abajo.

—Am, sí... ¿Qué raro, no?

—No, eres como una gatita. ¿Puedo tocar tu cola?

—Sí —sonrió insegura.

Luke tocó con la punta de sus dedos el pelaje de la cola de Kim, y sonrió.

—Es muy suave.

Continuó acariciándola, y la jovencita comenzó a reírse, moviéndola de una lado hacia el otro para liberarse de él.

—E-Espera, eso me causa cosquillas.

Bastien abrió la puerta de su consultorio, y miró curioso a ambos. Kim se apresuró a ponerse de pie, mirando hacia abajo.

—Lo siento, sólo... Le traje un postre a Luke.

—Está bien, tranquila —sonrió—. Y gracias, eres muy amable.

—Pa, ella tiene una cola ¿Viste? —sonrió emocionado.

—Sí, es una cola muy bonita.

—B-Bueno, yo volveré con la doctora Serra, a-adiós Luke, adiós doctor —saludó con cierta pena Kim, antes de retirarse.

—Adiós, Kim —sonrió el niño.

Luke miró a su padre, y luego sonrió.

—¿Es la hija de alguna doctora?

—No, no es la hija de ninguna doctora —sonrió divertido.

—¿No?

—No, ella ya es grande.

Abrió sus ojos sorprendido, y luego sonrió.

—¡Adóptala! Siempre quise tener un hermano o hermana mayor.

—¿Pero que dices? Kim ya es una adulta —rio ante la ocurrencia del niño—. Ella pronto será una doctora también.

—¡¿Qué?! Pero si parece una niña.

—Pero no lo es.

—Es casi como yo de alta —le dijo entrando al consultorio con su papá.

—Pues es de baja estatura.

—Sigo creyendo que podrías adoptarla.

—Claro que no —volvió a reír—. Pero, si tú quieres, podríamos invitarla a cenar a casa ésta noche ¿Qué dices?

—¡Sí! ¿Y podemos hacer hamburguesas? ¿Le gustará?

—Estoy seguro que sí —sonrió.

...

KimDonde viven las historias. Descúbrelo ahora