Capítulo 4

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Jean nunca fue aficionado a los ascensores, confinarse a una pequeña caja inestable, le asustaba, pero las habitaciones de los médicos estaban en el tercer piso y subir su maleta por las gradas sería un suplicio.

Con cuidado abrió la reja del ascensor, sorprendido por su gran tamaño, suficientemente espacioso para transportar una camilla. Al parecer, usar el ascensor sería más fácil de lo que pensó.

En el interior había una palanca que lo llevaría al piso que deseara. En todos los ascensores que alguna vez uso, siempre hubo un hombre que se encargaba de mover el trozo de metal, que lo llevaría a su destino. Menos mal, Jean era un hombre observador y vio cómo debía usarlo. Cerró la reja y con fuerza movió la palanca del número cero, al número tres.

El movimiento del ascensor fue estable, a comparación de los otros que uso en París. Jean podría acostumbrarse a su uso diario. Aunque aún prefería las escaleras, usar el ascensor no sería problema.

Según la señora Fource, su habitación era la 312, al final del pasillo, fácil de encontrar. Su cuarto era grande, con grandes ventanas que daban vista al jardín, un closet pequeño pero suficiente para sus pertenencias, un escritorio cerca la ventana y una cama de dos plazas, que se veía muy acogedora.

Gracias a dios tenía su baño personal, no debía compartir con otros médicos. Jean valoraba su privacidad.

Contento por su nuevo hogar, comenzó a desempacar sus pertenencias. Toda su ropa consistía en trajes negros muy elegantes de gran costo, camisas blancas y tres pares de zapatos acompañados por dos sombreros.

Al terminar de ordenar sus pertenencias, sintió curiosidad. Su instinto aventurero lo llamaba a explorar el Source.

Gran parte de la tercera planta eran dormitorios, una sala de estar y una pequeña biblioteca, que albergaba algunos trabajadores concentrados en la lectura. Jean no quería ser visto, al ser notado perdería la esencia de la aventura.

Una reja dividía la sección de los médicos al resto del hospital, también vio otra reja que dividía la zona administrativa a la zona de los pacientes, en la entrada del Source. La seguridad era importante, nadie quería que los pacientes intentaran escapar o el que los enfermos mentales más desequilibrados ataquen al personal, cuando estos dormían.

Cruzando la puerta enrejada, que era el único acceso a los dormitorios, bajó a la segunda planta. Se pregunta si ya le asignaron un paciente o aún era pronto para tal responsabilidad.

Apenas bajo a la segunda planta, visualizo el comedor, eran las nueve de la mañana, por lo cual, la mayoría de los pacientes estaban desayunando. Entusiasmado por conocer a sus futuros pacientes entró.

Los pacientes estaban sentados en mesas grandes comiendo panes, frutas, tomado leche y jugos, por lo que podía distinguir.

Las enfermeras ayudaban a los que no podían comer por si solos, y de forma delicada les limpiaban la saliva.

La mayoría eran personas de avanzada edad, entre los setenta u ochenta años. Otros debían estar en los cincuenta años de edad, pocos internos lucían jóvenes.

Una mano se posó en su hombro sorprendiéndole, emitió un pequeño jadeo apenas perceptible, por el susto. No se percató que había alguien en su detrás. Se dijo a si mismo que debía prestar más atención en el futuro.

— ¿Es usted el nuevo Psiquiatra? — pregunto el sujeto, un doctor, de apariencia madura. Vestía una bata blanca perfectamente arreglada, como su cabello negro azabache. Lentes redondos con lentillas de gran aumento, que hacían sus ojos cafés más grandes.

PARANOIAWhere stories live. Discover now