CAPÍTULO 12

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«Los doctores realmente pueden dormir cuando sea» pensó Amanda, sintiendo cómo el brazo de Lucas se había vuelto pesado luego que él se quedara dormido. Ella en cambio no había podido pegar un ojo, era como si cada célula de su organismo estuviera en alerta debido al contacto con el cuerpo de su amigo. Su cerebro también estaba intranquilo, una tormenta de confusión y de dudas centelleaba dentro de su cabeza. ¿Qué pensaba hacer Lucas? ¿Qué era lo que quería de ella? ¿Qué era lo que sentía por ella? Por momentos Amanda sólo deseaba alejarse, dejar atrás todas esas preguntas, todos esos sentimientos y darse la oportunidad de SER para ella y ya no para él. Pero no era nada fácil, sentía que era allí junto a Lucas donde pertenecía, aunque ya no estaba segura si él alguna vez se daría cuenta.

Logró quedarse dormida por un rato, pero pronto volvió a despertarse. Lucas reposaba al otro lado de la cama y ella aprovechó su liberación para levantarse al baño. La cabeza y el cuerpo le dolían y no sabía si era por el alcohol de la noche anterior o por la tensión de la batalla que había entre su cabeza y su corazón. Pensó que lo mejor era regresar a su habitación, así evitaría confrontaciones incómodas con Lucas y también con sus compañeras.

Sin pensarlo demasiado, tomó sus cosas y salió sin hacer ruido. Su habitación estaba dos pisos arriba. Al llegar tocó la puerta y una de sus compañeras salió a abrirle.

El cuarto olía horrible y sus compañeras estaban casi inconscientes.

―Apareciste zorra ―dijo la joven, con voz adormitada.

Amanda entró sin responder y se dirigió directamente al baño. Aun llevaba puesto el suéter que Lu le había prestado, se llevó algo de tela a la nariz e inspiró para poder sentir el aroma impregnado en la prenda, sus manos también olían a él; era una fragancia exquisita, incomparable, pero efímera y condenada a desvanecerse, con suerte algún día lo mismo pasaría con el agridulce amor que ella sentía por él.

Se cambió de ropa y se metió en la cama. Debían ser cerca de las cinco de la mañana, como su teléfono se había descargado no estaba segura.

A Amanda le hubiera encantado ver el amanecer en la playa con Lucas, pero ni siquiera lo sugirió porque él siempre estaba cansado. En ese momento alguien tocó la puerta. Ella se levantó sobresaltada y preguntó quién era.

―¿Mandy? ―Dijo una voz masculina al otro lado haciendo acelerar su corazón.

Ella abrió inmediatamente. Era su novio, sorprendida, salió al pasillo cerrando la puerta detrás de ella para no despertar a sus compañeras.

―¿Qué haces aquí? Mi papá me va a matar si se entera.

―No te preocupes ―dijo el apuesto joven tratando de calmarla―, de hecho fue su idea.

―¡Qué! ¿De qué estás hablando? Él dejó muy en claro que no podías acompañarme.

―Sí pero ayer me llamó, me dijo podía venir con la condición de que no pasara la noche aquí y que volviéramos hoy antes de las diez de la noche.

―¿En serio? ―Preguntó Amanda escéptica.

―Sí, pregúntale si quieres.

―Son como las cinco de la madrugada.

―Sí perdón por eso, intenté llamarte ayer pero no contestaste, imagino que ya estabas dormida. Pensé que tal vez podríamos empezar el día viendo el amanecer desde la playa, luego podemos ir a desayunar donde tú quieras y más tarde que te parece un paseo en lancha. Será divertido. ¿Qué dices?

Él se veía muy animado y sujetaba a Amanda por la cintura intentando convencerla, mientras lo único que ella podía pensar era en lo irónica que era la vida.

―Iré por mis cosas ―respondió Amanda resuelta. Volvió a entrar al cuarto, se cambió de ropa rápidamente y amontonó sus pertenencias dentro del maletín. Luego se dirigió a la cama de una de sus compañeras para avisar―. Pao, me voy a ir.

―¿Qué? ―respondió la mujer despertando.

―Mi novio está aquí, me voy a ir con él.

―¡Eso perra! Con razón desapareciste anoche ―dijo la muchacha incorporándose―. Yo le aviso a los demás, que la pasen bien―. Agregó mientras volvía a acostarse.

Amanda se sonrojó ante la observación de su amiga, pero no intentó aclarar nada y simplemente se marchó.

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Lucas por su parte, despertó poco después de que Amanda se fue. La cama seguía tibia pero no había rastros de ella, la buscó en el baño, en el balcón, en el pasillo, la llamó a su celular pero la llamada se fue directo al buzón. Entonces se puso presentable y bajó a la recepción para averiguar en qué habitación estaba ella.

Conseguir el número de cuarto fue fácil, sabía que la habitación estaría en nombre de la empresa del papá de Amanda porque así obtenían tarifa con descuento.

Estaba un poco intrigado por el hecho de que ella se hubiera ido sin despedirse, pero pensaba que a lo mejor había sido para no preocupar a sus amigas. Se digirió hacia la habitación de Amanda, era muy temprano, quizá las seis de la mañana, pero en ese momento no le importaban las convenciones sociales. Luego de la intensa noche anterior, finalmente tenía algo de certeza sobre lo que Amanda sentía por él. Lo único que quería era aprovechar el tiempo que les quedaba antes del check out, para intentar avanzar hacia otro nivel con Amy.

Llegó frente a la puerta con el número que le habían indicado. Tocó y una joven con el cabello alborotado y el maquillaje corrido asomó la cabeza.

―Buenos días, lamento molestar tan temprano, busco a Amanda.

La chica somnolienta le hizo una señal para que esperara y volvió la cabeza al interior de la pieza mientras preguntaba.

―Pao... ¡Paola! ¿Sabes dónde está Amanda?

―Se fue con Bruno ―respondió adentro otra voz femenina.

―¿Sabes a qué hora regresa?

―No creo que regrese, se llevó sus cosas.

La joven volvió a asomar su rostro por la puerta ―Lo siento, parece que ya se fue―. indicó.

AMIGOS SIN DERECHOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora