CAPÍTULO 14

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Al pasar los días, los moretones fueron desapareciendo y algunos equipos pudieron ser retirados del cuerpo de Bruno. 

Amanda poco a poco fue superando el miedo que tenía por tocarlo y empezó a involucrarse más con sus cuidados. Ayudaba a cambiarlo, a moverlo, a bañarlo, lo rasuraba, le daba masajes; eso la hacía sentir un poco menos impotente. También intentaba aprender lo que podía en cuanto a los medicamentos, el equipo y los cuidados que le daban a su esposo, investigando la terminología que escuchaba decir al personal del hospital.

Día a día buscaba formas de estimular a Bruno: le hablaba constantemente, se acostaba con él, lo acariciaba, lo besaba, le leía libros, le ponía música con audífonos, veía sus películas y programas favoritos y a veces llevaba comida de los restaurantes que a él le gustaban esperando que el aroma causara algún efecto, pero nada parecía funcionar.

Lucas se mantenía apartado lo más que podía, aunque los encuentros entre él y Amanda eran frecuentes.

A veces la veía durmiendo al borde de la cama de su esposo y el corazón se le partía, era trágico verla esforzándose tanto sabiendo que tenía tan pocas posibilidades a su favor. 

Ella no descuidaba su apariencia, sin embargo su piel cada vez lucía más pálida, sus ojos más cansados y parecía estar perdiendo peso. 

Amanda siempre saludaba a Lucas con una sonrisa, pero había tanta tristeza en aquellos ojos verdes que no importaba lo mucho que sus labios lo intentaran, él podía ver lo rota que estaba. Hubiera dado lo que fuera por verla feliz otra vez, por poder abrazarla hasta que todo se arreglara, pero como siempre apenas se atrevía a hablarle. Por dentro, otra vez era un muchacho cobarde de 18 años que no paraba de lamentarse por desperdiciar oportunidad tras oportunidad.

Entonces una noche, cuando salía de turno se topó con ella en el estacionamiento ―Hola, te juro que pensé que estabas adentro―. Comentó Lucas sintiendo su mente algo aturdida por el cansancio.

―Lo estaba, vine porque me había dejado algo en el carro. ¿Tú vas de salida?

―Sí, «mi guardia terminó» ―dijo exagerando su voz para sonar como uno de los personajes de Game Of Thrones

Lucas sabía que ella entendería la broma, la había visto viendo el programa en el cuarto de Bruno hacía unos minutos. Ella sonrío tal como él esperaba y lo espontáneo de su sonrisa llenó de calor el pecho de Lucas.

―Que descanses «bastardo» ―dijo ella siguiéndole la corriente. Lo besó en la mejía y se alejó uno pasos, pero entonces él la detuvo.

―Amanda

―¿Qué? ―dijo ella volteando.

―¿Vamos a tomar algo? ―ella lo observaba titubeante―. Te hará bien, demasiado tiempo en este lugar puede hacerte perder la cordura.

Amanda abrió los labios indecisa, pero antes de que pudiera hablar él añadió:

―No tienes nada mejor que hacer y lo sabes, has leído ese libro demasiadas veces ―dijo él apuntando al ejemplar de «El Perfume» que sobresalía de la cartera―. Tómate un descanso, prometo que no iremos lejos y si algo llega a pasar, yo lo sabré de inmediato ―dijo levantando su celular.

―¿A dónde? ―Preguntó ella mordiéndose los labios con duda.

―A la Torre Financiera, está a cinco minutos.

―Bien, pero llevaré mi auto.

―Seguro, como te sientas mejor ―respondió él complaciente.

La acompañó hasta su vehículo y vio que en el vidrio trasero tenía una calcomanía de un hombrecillo levantando pesas lo cual le pareció gracioso.

AMIGOS SIN DERECHOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora