CAPÍTULO 22

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Organizar el funeral fue fácil, la mayoría de detalles ya habían sido definidos con anterioridad

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Organizar el funeral fue fácil, la mayoría de detalles ya habían sido definidos con anterioridad. Amanda solo tuvo que firmar algunos papeles y luego dedicarse a recibir condolencias.

Las personas desfilaban unas tras otras para abrazarla: familiares, amigos, conocidos, desconocidos. Amanda los recibía con fingido agradecimiento pero la verdad era que ya había dejado de prestar atención a lo que le decían. Todo eran ecos y sombras a su alrededor.

De vez en cuando algo la hacía volver en sí, como cuando un par de señoras preguntaron entre murmullos sí podían ver a Bruno, Amy y su suegra se enfadaron e inmediatamente se pusieron de píe para oponerse, pero el papá del difunto se apresuró explicarles que la caja estaba sellada.

 La apariencia de Bruno se había deteriorado mucho a lo largo de su padecimiento y no era así como deseaban que fuera recordado.

El cortejo partió rumbo al cementerio la mañana. La caravana de autos era tan larga que Amanda no lograba ver el final desde el retrovisor del auto de su padre.

Cuando llegaron, los toldos y las sillas ya estaban colocados en los jardines del camposanto; Amanda se sentó con su familia política en los lugares que les habían reservado y los discursos comenzaron; se notaba que muchos no habían sido improvisados.

Llegó su turno de decir unas palabras y aunque no se sentía de humor, sabía que si no lo hacía nunca podría perdonárselo. Se paró en el estrado y de pronto fue como si hubiera perdido la habilidad de hablar en público: su voz sonaba temblorosa, sus frases no se conectaban apropiadamente, todas las cosas que quería expresar sobre su esposo se arremolinaban en su mente creando un caos impronunciable. 

Terminó en cuanto pudo y volvió a sentarse secándose las lágrimas. Algunas personas más tomaron la palabra para despedirse, la mayoría contaba anécdotas de las que Bruno había sido parte. Ese era él, un hombre de pocas palabras y muchos detalles, un compañero leal y valiente para los que lo amaban.

Amanda no deseaba llorar más, así que desvió la mirada y se concentró en los niños que jugaban entre las lápidas ataviados con sus negras galas; sus madres se habían apartado con ellos para cuidarlos. La mayoría de sus amigas estaban allí, incluso la alocada Paola y Amanda se preguntó si alguna vez ella tendría la oportunidad de estar entre ese dichoso grupo. 

Perder dos grandes amores parecía demasiado para una sola vida.

Finalmente llegó el momento de tomar el féretro y conducirlo hasta la fosa donde descansaría a partir de entonces. El sepulturero le ofreció un puñado de tierra a Amanda y ella acompañada de cantos de despedida tuvo que lanzarlo sobre quien alguna vez fue su mundo. Todas las alegrías, todos los besos, todo el amor que había conocido al lado de Bruno le oprimían el pecho brutalmente. Los hijos que nunca tendrían, los años que no compartirían, los sueños que ya jamás se realizarían, la casa que la esperaba vacía; eran como una nube negra descendiendo sobre ella, envolviéndola, asfixiándola. 

AMIGOS SIN DERECHOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora