CAPÍTULO 19

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«Definitivamente no iré», pensó Amanda viendo su reloj marcar la 2:27 el domingo por la tarde.

Un tío de Bruno había venido desde el extranjero y en ese momento ella estaba en el pabellón del hospital, rodeada por un pequeño grupo de familiares de su esposo que, luego de haber superado la respectiva parte dramática, disfrutaban del desafortunado reencuentro recordando anécdotas que Amanda no lograba comprender muy bien.

Su teléfono sonó: no conocía el número pero pensó que podía ser de uno de sus clientes y contestó de inmediato.

―Aló

―Hola

―Hola ¿Quién habla? ―Preguntó al no poder reconocer la voz masculina que la saludaba.

―Tu novio ¿Vas a venir?

El cuerpo de Amanda se tensó al reconocer la voz de Lucas diciendo esa fuerte palabra. Seguramente estaba llamando desde su apartamento pero ella no tenía ese número registrado. Rápidamente se retiró a una de las esquinas de la habitación y en voz baja dijo:

―No lo creo, ahora estoy con un familiar de Bruno que vino del extranjero. Dile a tu hermano feliz cumpleaños de mi parte y que lamento mucho no poder ir.

―No importa ―dijo Lucas sin intentar ocultar su decepción al despedirse.

Cuando Amanda volteó descubrió que su suegra había estado escuchando la conversación atentamente.

―¿Tenias planes para hoy? ―indagó la madre de Bruno.

―Nada importante ―comentó Amy tratando de disimular.

―¿Un cumpleaños?

―Sí pero de un conocido nada más.

―Deberías ir, estos últimos días han sido muy difíciles, creo que te mereces un descanso.

―No en serio, no hay problema, prefiero quedarme.

―¡Insisto! Bruno ya está mejor y tú lo has cuidado día y noche, despreocúpate un rato, deja que nosotros nos encarguemos, además así aprovecho para ponerme al día con mi hermano sin matarte del aburrimiento.

Amanda sonrió ante la ironía de que su suegra estuviera alentándola para ir donde Lucas, pero prefirió no discutir con ella; la mujer era insistente y temía que si seguía hablando podría decir algo que la metiera en problemas. Se despidió y salió del cuarto pensando en qué iba a hacer el resto de la tarde para pasar el tiempo, porque ir donde Lucas no era buena idea.

Cuando abrió su bolso para buscar las llaves del auto, lo primero que vio fue la orden con la dirección del apartamento de Lu; el maldito papel llevaba días dando vueltas en su cartera y aunque la hacía sentir intranquila no había tenido el valor para botarlo. Se sentó en el asiento del conductor con el papel en la mano, tratando de decidir qué hacer.

«Tu novio» las palabras de Lucas resonaron en su cabeza. Unos besos y él ya se sentía con derecho de ponerse un título. Ese hombre necesitaba ubicarse, era como si siempre entendiera todo al revés. Tal vez iba ser necesario que ella le aclarara algunas cosas. Bajó el tapasol para revisar cómo lucía en el espejo. Se veía bien: cabello, maquillaje, ropa, hasta uñas en orden, cada detalle tan cuidado como si inconscientemente se hubiera preparado para ir, y es que en el fondo, tenía muchas ganas de hacerlo. Dado que la oportunidad se le había presentado decidió no pensarlo más y se encaminó a la casa de Lucas.

Compró un regalo por el camino y llegó al apartamento cuando faltaban 20 minutos para las cuatro. Las manos le sudaban cuando tocó el timbre. La voz de la madre de su amigo respondió por el intercomunicador y le pidió que se identificara, Amanda indicó su nombre y la puerta se abrió de inmediato invitándola a pasar. Tomó el elevador al tercer piso y apenas se abrieron las puertas logró ver a Lucas esperándola con una gran sonrisa.

AMIGOS SIN DERECHOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora