Capítulo 1

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MARFIL

Dos semanas después

Miré la moneda de 200 pesos colombianos que tenía entre los dedos. Mientras esperaba a que Liam llegase solo pude pensar en una cosa: esas dos caras formaban un todo y nunca llegarían a verse de frente. Parece una tontería, las monedas son monedas pero en aquel instante no pude evitar sentirme identificada con ella. ¿Tenía yo dos caras completamente opuestas que nuca llegarían a fundirse en una sola? A veces era complicado que hasta yo me entendiera a mí misma, si me viese desde fuera, en la mayoría de situaciones de mi vida, estoy segura que lo único que se me pasaría por la cabeza sería: ¿pero qué demonios haces?

Mi hermana Tatiana muchas veces afirmaba que haber pasado toda nuestra infancia y adolescencia metidas en un internado a siete mil kilómetros de distancia de nuestro hogar, nos iba a dejar secuelas. Yo por suerte ya había dejado aquella etapa atrás, a ella por el contrario aún le quedaban dos años intensos de normas estrictas y días nublados. Con apenas a unos meses para cumplir los dieciséis, su única preocupación era que nunca había besado a un chico y que si seguía rodeada de mujeres iba a terminar convirtiéndose en lesbiana. Solo de pensar en la cara de mi padre al sopesar siquiera esa opción me sacaba una sonrisa.

Secuelas... podría estar hablando de ellas durante horas, la más importante aún conseguía despertarme por las noches, el corazón encogido, las lágrimas cayendo por mis mejillas como si tuviese cuatro años y no veinte; era increíble como algunos recuerdos podían quedar grabados para siempre en tu memoria y luego otros desaparecer sin dejar ni rastro. Según PIXAR, sí, los estudios de animación, y en concreto la película de Inside Out, nuestro cerebro elimina aquellos recuerdos que no sirven para nada y retiene aquellos que son más importantes. Y ahí es cuando yo me pregunto: ¿servía de algo recordar cómo mataron a mi madre delante de mí?

Está claro que el cerebro hace lo que le da la gana.

Fui consiente mientras divagaba sin sentido, que el grupo de tíos que había a mi derecha no me quitaba los ojos de encima. Sin titubear levanté la cabeza y los miré sin apartar la mirada. Mi intención había sido intimidarlos, o al menos que fueran menos descarados pero mientras dos de ellos se echaban a reír, el tercero, alto y de pelo castaño me mantuvo la mirada sin titubear.

Odiaba ser la primera en apartar la mirada, me daba igual con quien fuese, solo una persona en todo el planeta conseguía intimidarme lo suficiente como para hacerme agachar la cabeza y dejar incluso de pestañear si hacía falta, y esa persona se encontraba demasiado lejos de donde yo estaba como para siquiera tener que recordarla.

Empezó entonces la batalla de miradas más épica de la historia, bueno tampoco para tanto, me gusta dramatizar, pero sí que fue intensa, sí. Cuanto más lo miraba mas curiosa me sentía y cuanto más me miraba él, mas segura estaba de lo que empezaba a pasarse por su cabeza. ¿Podría hacer con él lo mismo que con el resto? Sería divertido...

—Eh, Mar—dijo una voz grave tras mi espalda, aunque fue el tacto de su mano en mi espalda lo que me hizo pegar un salto y desviar la mirada.

¡Mierda! Acababa de perder.

Me giré para recibir a mi mejor amigo, y la frustración se evaporó nada más fijar mis ojos en los suyos. Liam Michaelson medía casi uno noventa, pelo negro como la noche, ojos celestes... todo un Don Juan y no, no era gay y sí, era mi mejor amigo. Cosas más raras se han visto.

—¿Llevas mucho esperando?—preguntó mirando por encima de mi cabeza a los tíos del final de la barra.

—Lo justo como para que te toque invitarme a una copa.

MARFIL © (1)Dove le storie prendono vita. Scoprilo ora