Capítulo 2

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MARFIL

Abrí los ojos en una habitación de hospital. No había nadie a mi alrededor solo los pitidos de las máquinas que me hacían compañía. Al bajar la vista a mi cuerpo, vi que llevaba una bata color verde, una vía intravenosa en la mano izquierda y una venda que cubría mi palma derecha.

Mis latidos se aceleraron, pero al no estar conectada a ningún aparato que los registrara solo yo fui consciente del martillar incesante de mi corazón.

¿Qué había ocurrido?

Entonces alguien abrió la puerta y una enfermera se acercó hasta mi cama.

—Señorita Cortés... ¿Cómo se encuentra?

Pestañeé varias veces, aturdida.

— ¿Dónde estoy? ¿Qué ha pasado?—Fui a bajarme de la cama, no sé a donde pretendía ir, pero mi instinto parecía querer obligarme a salir corriendo, huir, ponerme a salvo...

¿A salvo de quien?

—Tranquila, no va a pasarte nada...

Noté como mis ojos se humedecían y mi mente volvía a traerme las imágenes de mis últimos recuerdos. Yo corriendo, deteniéndome a beber agua, alguien cubriéndome la boca, oscuridad y luego...

Antes de que pudiera abrir la boca para preguntar qué había pasado, la puerta de mi habitación se abrió y para alivio mío mi padre se abrió paso hasta llegar a mi lado.

—Marfil...—dijo estrechándome contra sus brazos.

Enterré la cabeza en su pecho y aspiré el aroma que desprendía su piel y su perfume. El Eau Sauvage de Dior, se mezclaba con el humo del tabaco que seguramente había estado fumando sin descanso.

—Menos mal que has despertado—dijo mi padre acariciándome el cabello.

Mi relación con él nunca había sido muy estrecha, viviendo siempre tan lejos, pero nunca me alegré tanto de que me estrechara entre sus brazos como entonces.

Cuando me hube tranquilizado me explicaron lo que había ocurrido.

—Te secuestraron, Marfil. —dijo mi padre con los labios apretados.

Me habían encontrado inconsciente en una de las puertas exteriores de aquel hospital en Nueva Orleans, a una hora y media de mi casa en Baton Rouge; con mi bolso a mi lado, lo que permitió a los médicos comunicarse con mi padre.

—No dejaron nada, ni una nota, tampoco pidieron un rescate. Me enteré de que algo iba mal cuando llamé el lunes para hablar contigo y me saltó el buzón de voz unas cinco veces.

¡Lunes!

Dios mío, había estado secuestrada casi tres días.

—Cuando comprobé que no estabas en el apartamento y que nadie te había visto regresar desde que saliste a correr el viernes por la tarde, supe que algo terrible tenía que haber pasado.

Negué con la cabeza, sin entender absolutamente nada.

—La policía quiere hablar contigo, están fuera esperando a que despertaras.

Mi padre salió de la habitación y regresó acompañado de dos agentes. Me incorporé, nerviosa, cuando empezaron a hacerme preguntas.

Mi padre no me quitaba los ojos de encima, nunca lo había visto tan nervioso y serio en mi vida.

—No recuerdo nada...—dije notando que la boca empezaba a secárseme y que mis manos me sudaban. —Solo recuerdo el momento en donde me abordaron..

MARFIL © (1)Where stories live. Discover now