Capítulo 24: Humanidad.

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Ahora, la Reina ha dejado que yo sea su trono y no sé que debería sentir.
Está abrazada a mi cuello y sentada sobre mis rodillas mientras yo la sostengo con mi mano libre. Seguro que debemos parecer la versión cutre de alguna escultura neoclásica.
Aún noto como le cuesta respirar y me siento victoriosa por ello.

─Artemis, ¿puedo preguntarte algo antes de que te vayas? —dice en tono suave, como lleno de duda—.

─Claro.

─No me lo digas si no quieres pero...¿Cuál es tu nombre real? el de fuera de aquí. Yo soy Alba, encantada de conocerte ─y me ofrece la mano sonriéndome dulcemente─.

Yo pienso apresuradamente que nombre puedo decirle. Su pregunta ha devuelto a mi pecho los miedos de antes, cuando me ha preguntado quién era en realidad. Finalmente, decido darle el nombre de la única persona que jamás podrá encontrar. El nombre de una muerta, de la parte de mí que lo está:

—Yo me llamo Natalia. Encantada —y le estrecho la mano sonriéndole también—.

—¿Natalia? Mmm, me gusta.

—A mí Alba también me gusta, bueno depende que Alba. Pero tu Alba me gusta. 

«Tu Alba me gusta, ¿se puede ser más patética? No».

—¿Sabes? me gustaría conocer a Natalia fuera de aquí.

«No te gustaría, créeme».

—¿Fuera?

—Sí, en un lugar neutral —dice dándome un beso en la mejilla y  levantándose de mis rodillas—.

«Estas cuatro paredes eran mi lugar neutral Alba, fuera de aquí eres un peligro para mí y yo para ti».

—No te preocupes, no pasa nada. Era solo una idea, no pretendía agobiarte.

Ha debido ver mi cara de pánico y yo... solo puedo callar. No sé que podría decirle. Es uno de esos silencios que te gustaría reparar, pero que ya ha sido interpretado como un rechazo y no hay vuelta atrás...





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─Buenos días Alba. Me ha sorprendido tu mensaje, pensé que querrías aprovechar la mañana para...

─¿Dormir?

─Pues sí. 

─Ya dormiré cuando esté muerta.

─¡No digas eso! Bueno cuéntame, ¿Qué tal con tu amiguita?¿Conseguiste que se le pasase el cabreo?

─Un poco, pero me ahorraré los detalles. «Todo fue genial. Aunque, se torció un poco al final. Me la jugué demasiado pidiendo verla fuera. Su cara de agobio y ¿miedo? Fue como una puñalada».

─¡Que bien! Me alegro mucho.

─Carlos, no disimules. Sé que ella no te hace ninguna gracia.

─Ah ¿parecía que disimulaba? No era mi intención.

─¿Acaso crees que no puedo manejar la situación?

─Ya hemos hablado de esto otras veces. No quiero volver a repetir o mismo, tú sabrás. En realidad, no me importa una mierda tu amiga la morenita. Lo que me importa de verdad es saber si conseguiste sacarle algo a la rubia que te ganaste en la partida.

─Bueno, de su propia boca no. Pero sí observé detalles interesantes. 

─Pues, soy todo oídos. 

Le cuento con detalle todo mi interrogatorio, las cicatrices que ella tenía en su espalda y el cansancio y el miedo que vi en sus ojos. 

─Por lo que me has contado no creo que colabore con nosotros. Además, aunque lo hiciera tampoco tenemos medios para ayudarla. Si esa gente está traficando con mujeres o las retiene en contra de su voluntad, no podemos hacer nada. Ni yo como periodista, ni tú como ex-inspectora.

DesenmascárameWhere stories live. Discover now