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capítulo 2;

La fantasma abrió la puerta de su antigua casa, la cual causó un rechinido que le ponía la piel de gallina aún después de todos estos años

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La fantasma abrió la puerta de su antigua casa, la cual causó un rechinido que le ponía la piel de gallina aún después de todos estos años.

-Lizbeth -la llamó una voz pastosa perteneciente a quien se encontraba sentada en el sofá escarlata contra la pared a su derecha.

-Señora -respondió la joven en cuyo rostro se dibujó una falsa sonrisa al ver a la mujer de ordenado cabello dorado, lápiz labial rojo, que al ser tan común en ella parecía su color natural, y ojos verdes oscuros que contrastaban con los de Liz.

-¿Qué tienes para decir?

La joven se acercó a donde ella estaba e intentó ignorar la amarga cara de la mujer que parecía aumentar por cada segundo que pasaba.

-Todos son buenos e inconcientes. Como mi padre supuso que serían.

-Bien, muy bien -comentó la mujer con una falsa sonrisa y luego pasó a ver a Lizbeth de arriba a abajo-. Ahora ve a cambiarte, me causas náuseas vestida así.

A Liz se le formó un nudo en el estómago y sus mejillas se tornaron de un color rojizo.

-Lo haré, mamá. -fueron sus últimas palabras antes de comenzar a subir las escaleras intentando ignorar las risas de su madre de fondo.

Ella se detuvo una vez terminó de subir los 20 escalones que finalizaban en la apertura de dos escaleras las cuales guiaban a distintas alas de la casa. Colgado en la pared, en medio de ambos caminos, se encontraba un gran cuadro con marco de oro, en el lienzo estaba pintado un retrato de la familia, pero este solo tenía tres integrantes, ella y sus padres. Liz se lo había quedado mirando antes de que la presencia de quien la observaba desde las escaleras del ala oeste la interrumpiera. Allí parada se encontraba una joven, 20 años, tenía el pelo lacio y corto en melena, de color castaño claro, pero lo que más resaltaba eran sus ojos verdes, idénticos a los de su madre.

-Hola, Emireth. -saludó Lizbeth para luego ser ignorada por su hermana que siguió de largo como si la presencia de la chica fuera molesta.

Luego de recibir este gesto, la joven fantasma siguió con la mirada a su consanguínea mientras se cuestionaba por qué ella estaría en el ala donde yacía el cuarto de sus padres, y sus baños personales, después de todo no tenía nada que hacer ahí. Liz subió las escaleras hacia el ala este, donde estaba su habitación, en la cual se encerró, y aprovechó para dejar escapar un gran suspiro.

-Tranquila, Liz, solo ignoralos. -murmuró para sí misma una última vez.

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bnha | kogarashiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora