Cap 11 pt 2: Shun, en la encrucijada

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Alma estaba preparada desde primera hora del martes para recibir el alta médica y marcharse a casa con Shun. Necesitaba volver a dormir en su cama y comer comida normal, pero, sobre todo, necesitaba estar con él. La mañana se le hizo interminable hasta que la doctora le dio permiso para irse.

En el taxi, ella le acarició la mano y reclinó la cabeza en su hombro. Él miraba por la ventanilla, sin hablar.

- Shun, estás raro. ¿Qué te ocurre?

- Nada, solo estoy cansado; quiero llegar a casa y recuperar nuestras vidas tal y como eran el viernes.

En su fuero interno, se sentía como un cerdo por mentirle: nada iba a ser igual. Estaba atrapado en una encrucijada de la que no podía salir sin hacerse y hacerle daño. Pero ahora no quería pensar en eso: ella estaba bien y eso era lo importante. El taxi les dejó frente al apartamento de Alma, que se estremeció al cruzar la calle por el mismo sitio donde todo había sucedido.

- Tranquila, yo estoy contigo –dijo él, conciliador.

- Hablando de eso... –comenzó ella, mientras subían las escaleras- te parecerá una locura, pero juraría que esa noche, tú... hiciste algo... te oí gritar no sé qué de una tormenta y vi...

Shun la interrumpió abruptamente:

- Alma, los médicos te han dicho que son alucinaciones fruto del golpe. Olvídalo. Nada de eso sucedió. Aquel borracho dio un volantazo y se empotró contra un árbol. Eso fue todo.

- S-sí, tienes razón... Es solo que fue tan rápido...

La silenció con un beso:

- Ya ha pasado. Deja que te prepare algo de comer.

Pasaron la tarde viendo películas y jugando a videojuegos, sin que ninguno se atreviese a buscar la intimidad física que, en el fondo, ambos necesitaban. Por la noche, Shun cogió su chaqueta para marcharse, pero Alma le detuvo.

- Por favor, no me dejes sola. No sé qué está pasando, pero noto que hay distancia entre nosotros. Quédate a dormir.

En aquella misma cama en la que habían compartido tanto apenas unos días antes, intentó un acercamiento, acariciándole suavemente el torso y besándole el cuello, pero él sujetó su mano.

- Alma, por favor, estoy muerto. Llevamos días sin descansar como es debido.

- Está bien, perdona –musitó ella, abrazándole.

Enseguida la oyó respirar con el ritmo tranquilo del sueño, pero él fue incapaz de cerrar los ojos. Permaneció quieto, sintiendo el peso de aquella cabeza castaña en su hombro, con la mirada fija en el techo, dolorosamente consciente de que solo podía hacer una cosa. Tenía que dejar a Alma.

Andromeda in loveWhere stories live. Discover now