Ella es una chica de 19 años recién llegada a la universidad; él es un caballero de Atenea que, en tiempos de paz, intenta vivir como un chico normal. Cuando se enamoran, todo cambia para ambos. ¿Puede él continuar fingiendo que es como los demás? ¿...
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- ¡Hola, muñequita! ¡Llegas justo a tiempo para ver mi obra maestra! ¡Pasa! -con su habitual tono alegre, Shun le quitó las cajas que llevaba en las manos, las dejó en el suelo y la acompañó a su dormitorio.
A pesar de faltar poco para Nochebuena, el sol de diciembre entraba a raudales por la ventana, inundando de luz la habitación, ahora vacía. Shun, con el pelo recogido en una coleta, unos vaqueros viejos y la camiseta salpicada de pintura, señaló la pared en la que solía apoyarse el cabecero de la cama, presumiendo ante Alma.
Él sonrió, con modestia, y sacó el móvil para tomar algunas fotos. La pared, anteriormente blanca, ahora estaba cubierta por un mural que se extendía también por todo el techo y que representaba un cielo oscuro cubierto de estrellas plateadas, con un espectacular degradado de tonos que iban desde el azul marino hasta el malva.
- En serio, es increíble... ¡Me encanta! ¿Cómo se te ocurrió?
- Es el cielo tal cual se veía desde la playa de Kota Kinabalu la noche en que nos reconciliamos... Es mi regalo de bienvenida para ti.
- ¿De verdad? ¿Recuerdas la posición de las estrellas? -preguntó, asombrada.
- Bueno, pasé varios años aprendiéndome las constelaciones y me quedó la costumbre de memorizar la imagen del cielo en fechas importantes para mí...
- O sea, que vamos a dormir en Borneo cada noche... ¡Qué pasada!
- Es la idea... Ahora coge un rodillo, no creas que vas a librarte de echarme una mano con el resto del dormitorio -sonrió él, ofreciéndole una camiseta vieja.
Alma se cambió y ayudó a Shun a proteger los bordes del mural con cinta de carrocero. Tenían que aprovechar ese día de buen tiempo para dar una mano de pintura a toda la habitación antes de acomodar la cama nueva y las cosas de ambos. Los nervios y la ilusión que sentían eran evidentes en las risas y bromas que surgían a cada momento, mientras dejaban impecable el espacio que a partir de ahora compartirían.
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