Capítulo 7

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 El estrecho lugar oscuro empezó a crujir, se movía como si alguien lo estuviera remeciendo igual que a una caja de fósforos, afuera se escuchaban movimientos que no lograba descifrar, tuve que apretar las palmas con las paredes para lograr mantener el equilibrio. Cuando se abre la pared de enfrente nuevamente todo estaba como antes, las sillas, las antorchas con las llamas azules, y los ángeles habían desaparecido.

Todo era claramente blanco, pero con una sola diferencia. Al frente de mi estaba alguien, una mujer al parecer. Tenía el cabello rubio con visos cafés tomado con una liga negra, y las alas desplegadas como si recién hubiera aterrizado tras un vuelo. Medio me acerqué y note que su rostro irradiaba felicidad, sus ojos estaban llenos de lagrimas tras la emoción, sus mejillas estaban un tanto enrojecidas y su cuerpo temblaba como si quisiera moverlo pero algo lo impedía.

Nervios o miedo quizás.

La reconocí, era Sophia. Una de los miles de ángeles entrenados para el labor. Me había encariñado lo suficiente con ella para sentirla como alguien muy especial, sin traspasar los límites, claro. Su piel era pálida, sus labios rojo claro con su mirada verdosa, sus facciones femeninas y sus gestos siempre fueron delicados. Corrí a abrazarla y por la emoción sin darme cuenta desplegué las alas y llegué hasta sus brazos volando. Tras un largo y estrecho abrazo separo el rostro de mi cuello y me hablo:

– ¿Que.. que haces aquí Christian? Pensé que jamás volvería a verte. No paras de trabajar... no tenemos tiempo ni de ponernos al día.

Sentí su cálida compañía, pero no quería abrumarla contándole el porqué de mi inesperada visita al cielo... lo que había hecho. Lo único que causaría sería que este lindo reencuentro se llene de angustia. No quería lastima de nadie.

– He venido a aclarar algo con Glenn pero no lo he encontrado, justo estaba a punto de marcharme –mentí.

–Entiendo. ¿No tienes tiempo para que me cuentes más? Tu rostro no muestra más que preocupación, ¿Ha ocurrido algo?

Me cohibí.

–Por supuesto que no, solo no he podido descansar bien. El humano que tengo ahora es un poco fiestero, ja, ya sabes. Les gusta divertirse y amanecerse seguido. Pero fuera de ello, nada, todo ha estado bien. –Estaba tenso, debía encontrar al anciano, debía saber que harían conmigo y con Emily– Me tengo que ir.

Ella se puso seria, pero trataba de mantener su mejilla arqueada para demostrar su entendimiento. Al igual que ella, yo deseaba quedarme horas a charlar con ella. Sophia era una de las pocas personas con las que puedo ser yo mismo, el trabajo de ángel guardián es algo cansador y muchas veces estresante. Ella había estado siempre para mí, hasta que deje de ser un ángel libre.

–Bien, nos vemos otro día entonces. Cualquier cosa... –apoyó su mano en mi hombro–, sabes que estaré aquí.

Ella se fue volando y yo desaparecí las mías.

–Debe volver, señor Christian.

Me voltee y atrás mío estaba el anciano. Lo seguí, miré hacia atrás de soslayo, Sophia ya había desaparecido. 

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