Capítulo 11

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Vaya forma de comenzar el día.

La luz del sol comienza a iluminar los edificios más altos de Seattle, provocando que la pequeña habitación de la señorita Steele sé ilumine.

Las cortinas blancas atrapan la luz y nos envuelven en la calidez y la comodidad de una suave nube. Ana sigue esposada sobre la cama con edredón blanco.

— ¡Christian! — Jadea de nuevo.

Tiro de sus muslos hacia el borde de la cama para que deje de moverse mientras continuo mis caricias, ahí, en medio de sus piernas.

— Quédate quieta — Le ordeno.

— Mierda... — La escucho susurrar.

Intenta cerrar de nuevo sus muslos para apartarme pero vuelvo a sujetar con fuerza sus piernas bien abiertas para mí.

— ¡Oh! ¡Ah! ¡Christian!

Chilla de nuevo cuando mi lengua se mueve por su centro, por fin está lista para mí.

— ¿Creíste que fingir estar dormida te salvaría? Estás muy equivocada, señorita Steele.

Me incorporo en la cama para tomar un condón y me inclino de nuevo entre sus piernas, mi miembro listo para penetrarla.

Ana suelta una risita tímida, pensando que juega conmigo. Y lo único que provoca es que quiera cogerla tan duro que la haga chillar.

— ¿Estás riendo de mi?

— No — Embisto su cuerpo de nuevo, con un golpe profundo.

— ¿Te estás riendo de mi?

— No — Me aparto y vuelvo a empujarme dentro de ella.

— No me mientas, pequeña estafadora — Golpeo de nuevo hasta que mis testículos chocan contra ella — ¿Te estás burlando de mí?

— ¡Claro que no! — Vuelve a reír.

Su risa inunda la habitación, pero pronto se convierte en jadeos incontrolables que escapan de su boca.

— La mejor inversión que he hecho — Me felicito a mi mismo.

Intenta protestar pero más gemidos y jadeos salen de ella. ¿Quién lo diría? Esto está resultando más divertido de lo que imaginé.

Esta pequeña chica ha estado cuestionando mi autoridad desde el inicio y por fin toda ella está a mi entera disposición.

— Deja de moverte o tendré que atar tus piernas — La amenazó, pero esa idea también me resulta excitante.

— No, no por favor, me duele.

— ¿Qué te duele? — Pregunto confundido.

— Ahí — Señala las esposas metálicas que rodean su muñeca. La piel pálida de su mano está ligeramente enrojecida.

— Así recordarás obedecerme.

Sigo empujando contra su cuerpo con más energía de la que podría tener tras correr 15 kilómetros por la bahía. ¿Será la emoción de una sumisa nueva? ¿Ana será una buena sumisa?

— ¿Lo tienes, nena? — Jadeo contra su pecho — Voy a terminar.

Su única mano libre se aferra a mi brazo y clava ahí sus uñas, lo suficiente para dejar una marca rojiza. Entonces eleva su cadera para venir a mi encuentro provocando su propia liberación.

Viendo su cuerpo retorcerse bajo el mío es que mi orgasmo llega. Empujo en ella hasta vaciarme completamente y salto de la cama para dejar el condón de nuevo en la basura. Sin duda una situación extraña para Gail cuando regrese mañana en la tarde.

Me levanto de la cama para buscar la llave de las esposas y poder liberarla. Desearía poder dejarla así mientras voy a GEH, pero resulta realmente imposible.

— Tengo que salir — Libero su mano — Volveré a medio día para la hora de comida. Busca algo en la cocina qué preparar.

— ¿Yo? — Dice sobándose su mano — ¿Qué te hace pensar que sé cocinar?

— ¿No lo sabes? — Arqueo la ceja confundido, había supuesto que lo sabría cómo todas mis sumisas — Mi ama de llaves tiene el fin de semana libre, así que tendrás que hacerlo.

—  Supongo que puedo preparar sandwiches — Dice con una mueca de molestia.

— ¿Sandwiches? ¿Qué mierdas crees que soy? ¿Un niño de 6 años?

— Pues ya lo dije, no sé cocinar. No soy tu cocinera para que vengas a exigir comida gourmet.

— ¡Bien! ¡Pediré comida para ambos!

— ¡Gracias!

Se envuelve el cuerpo con el edredón y lo arrastra todo el camino al baño. La escucho poner seguro a la puerta, luego el grifo del agua.

¿No cocina? Eso podría descartarla como sumisa, aunque de todas formas es demasiado rebelde para dejarse controlar. Si decidiera hacerlo, necesitaría hacer uso de toda mi paciencia.

Me cubro otra vez con los boxers y bajo hasta mi habitación para una ducha rápida y vestirme. Tomaré el desayuno en GEH y Ana podría rebuscar entre los estantes de la cocina por algo de comida.

— ¿Señor Grey? — Dice Taylor cuando llego al vestíbulo ya listo.

— Quédate aquí con ella. No dejes que salga del ático.

— Por supuesto.

Avanzo con el maletín hasta el ascensor, pero la mirada inexpresiva de Taylor me preocupa. Soy incapaz de leer sus intenciones.

— Ella no es como Camille, intentará hablar contigo si permaneces cerca de ella. Quédate en tu oficina.

Las puertas del ascensor se cierran antes de que pueda darme una respuesta, pero me aseguraré de llamarlo entre reuniones para las novedades.

Apenas piso mi oficina, Andrea trae un desayuno para mí y la agenda del día. No tengo mucho qué hacer pero igual tengo que ocuparme completamente desde que despedí a Ros dos años atrás.

— ¿Qué hizo con el dinero? — Pregunto a Welch tan pronto como lo tengo en la línea, más tarde esa mañana.

— Liquidó la cuenta de los $420 mil dólares.

— Chica lista — Susurro con una sonrisa.

Cualquier otra mujer en su lugar podría haber huido con el dinero, o pagar la mitad de la deuda y gastarse el resto en zapatos de marca.

— ¿Hay algo sobre el supuesto novio?

— Nada aún, señor Grey. Parece ser que se mudó a Nueva York, pero ya se envió el boletín a la policía local.

— Bien, es todo.

Cuelgo el teléfono con tranquilidad, pero la expresión de Andrea junto a mi puerta me resulta estresante.

— ¿Qué?

— Lo siento, Señor Grey, pero su padre acaba de pasar por recepción.

— Dile que no estoy, que fui a Portland a una reunión.

Ella asiente y sale rápidamente de mi oficina. Pude haberle pedido que dijera que no vine a trabajar, pero no quiero a Carrick Grey rondando por mi departamento, no con la imprudente señorita Steele ahí.

— ¿Qué estarás haciendo? — pregunto mirando por el ventanal detrás de mí escritorio.

Imagino a Ana aún envuelta en el edredón blanco recorriendo mi departamento con curiosidad, abriendo cada puerta a su paso y el viejo Jason detrás de ella. Vigilando.

Observándola.

— No, seguro se vistió antes de salir de la habitación.

Pero... ¿Y si piensa que está sola? ¿Y si intenta seducir a Taylor para que la deje escapar?

Mierda.

Será mejor que regrese a Escala ahora.

Oscuro (Libro #1)Where stories live. Discover now