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Aquella noticia había caído en ella como un jarro de agua fría. En el fondo de su corazón albergaba la esperanza de que al enterarse de su embarazo Jaime podría volver de nuevo a ella, pero aquello había echo que todo su alrededor se tornase oscuro, desolador, vacío de cualquier ápice de felicidad. 

Los días pasaban, todos volvían a rehacer sus vidas. Las noticias no paraban de llegar al Norte, Jon Nieve había conseguido escapar del castillo, y estaba recuperándose de sus lesiones como nuevo rey de poniente bajo su verdadero apellido, Targaryen. Sansa había sido nombrada reina en el Norte, y había nombrado a Brienne comandante de su guardia, algo que realmente era un honor para ella, pero tras la muerte del Lannister no sentía la motivación que debería sentir para desempeñar aquel cargo.

Intentó continuar con su labor, por ella, por su bebé, y por Sansa, pues había jurado su lealtad a ella. Caminaba por los pasillos cabizbaja, sin apenas fuerzas para llegar al final del día, incapaz de soportar aquel frío que cubría Invernalia sola. Los días parecían más largos, y las noches no parecían diferentes, pues las pasaba despierta, observando el fuego, imaginando un mundo sin tanto dolor.

Sansa la miraba con preocupación, pues pensaba que con el paso de los días su estado de ánimo mejoraría.

- No puedes seguir así -. Dijo finalmente una mañana, al ver que Brienne apenas probaba bocado de aquel delicioso desayuno que habían servido aquella mañana. - Caerás enferma, y tu hijo también -.

 Brienne se llevó la mano al vientre, el cual seguía creciendo. Sabía que Sansa llevaba razón, pero sentía que no podía, que no había salida.

- Yo... no puedo... -. Balbuceó. Su voz se entrecortaba cada vez que lo recordaba - Todo me recuerda a él -.Los momentos que ambos habían pasado en Invernalia invadían cada uno de sus rincones, momentos que jamás volverían a repetirse.

- Pues márchate -. Dijo Sansa pensativa, pero segura de sus palabras -. Vuelve a Tarth, con tu familia, vuelve a casa. Y cuando estés recuperadas, sabes que las puertas del Norte siempre van a estar abiertas para ti, pase lo que pase -.

- Pero hice un juramento -. Quizás Sansa llevaba razón, y necesitaba salir de aquel lugar que tantos recuerdos traía para sanar y volver a ser quien era, pero no podía romper un juramento.

- Juraste mantenerme a salvo, y eso has echo. He sobrevivido gracias a ti, y ahora todos los reinos están en paz. Tengo grandes soldados que darían su vida por mi, y Jon como rey no permitirá que el Norte corra peligro. Creo que has cumplido tu juramento con creces, es hora de que cuides de ti misma -. Aquellas palabras hicieron que Brienne respirase hondo y asimilase lo que acababa de escuchar, pues tenía que tomar una decisión.

Bajó la mirada hacia su vientre, y lo acarició con calma, pensativa. Sabía que lo mejor para ella y para su hijo era seguir el consejo de Sansa, y tras unos minutos de reflexión, decidió seguir ese camino. Volver a casa, recuperarse, para regresar al Norte más fuerte que nunca. Sansa sonrió al ver que había tomado su consejo, y con un ligero movimiento de cabeza se despidió de Brienne, quién se dirigía hacia sus aposentos para recoger sus pertenencias y partir rumbo a Tarth.

Partió de Invernalia tras una breve despedida. El invierno había traído consigo paisajes completamente nevados que dificultaban el camino, pero la suerte esta vez la acompañaba, pues el cielo estaba despejado, ninguna tormenta retrasaría su avance.

Unas semanas después bajó del barco que la había llevado hasta su hogar. El verde de los árboles podía verse en cualquier dirección, el sol calentaba su piel, y el olor de las flores que cubrían el suelo inundaron sus pulmones. La oscuridad que había dentro de ella desde que se enteró de la muerte del Lannister había desaparecido un poco ahora que estaba allí, de nuevo en casa.

Just Fire [Fanfic Jaime y Brienne]Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz