Capítulo XXXI: Necesito tu ayuda

5.2K 197 81
                                    

Fiamma:

No quería seguir viéndolo quebrarse, porque yo también me quebraría más. 

Giré y comencé a caminar. 

-Yo te amo, Fiamma - soltó de repente haciendo que detuviera mis pasos. 

¡No, no, no, por favor!

Volteé encontrándome con un Giacomo hecho un mar de lagrimas. 

Si sentía compasión con él. Pero ese sentimiento no haría que yo cambiara de decisión. No.

Respiré hondo para después hacer un bufido. 

Pasé las manos por mi cabello y cerré los ojos con fuerza.

-No te creo - dije negando con la cabeza. 

-Claro que te amo, Fiamma...

Seguí negando con la cabeza repetidas veces mientras que él intentaba acercarse a mi, solo que yo retrocedía.

-No, Giacomo, tu no amas a nadie - y sin más me fui a mi habitación intentando digerir.

Ya en mi cama me eché a llorar. De verdad tenía que salir de aquí y muy pronto...

************

Había pasado una semana. Una maldita semana en que he planeado en cómo mierda saldré de aquí.  La mansión de Giacomo estaba repleto de escolta, que salir de aquí, no sería nada fácil. 

Pero mañana sería el día y huiría de aquí así muera en el intento.

Bajé a almorzar algo que desde la muerte de mi hermano no lo hacía. Me había dado una larga ducha y me puse un vestido ligero de rosas y unas zapatillas. 

Me había visto en el espejo y tenía ojeras que se tornaban algo rojizas por haber estado llorando. 

Miré la hora y eran las tres de la mañana. Ya estaba lista para ejecutar mi plan, tenía puesto un leggin negro y una franela del mismo color. Y por ultimo, unas zapatillas deportivas. 

Había hecho una pequeña mochila con un poco de ropa e implementos personales. Beatriz me ayudaría con los guardias que protegían la entrada de servicio. La mayoría del personal de servicio estarían descansando. Así que esa es una de las probables salidas. 

Me dirigí hacia la puerta y la abrí con sumo cuidado de no hacer ningún ruido. Asomé mi cabeza y miré a los alrededores cerciorándome de que haya gente caminando. 

Salí corriendo de puntillas con e corazón latiendome con fuerza en mis costillas. 

¿De verdad haría esto? ¿Escapar y nunca volver? Si, si lo haría.

Me acerqué hasta las escaleras y fui bajando sigilosamente para no caerme y despertar a todos. Sentía que sudaba y mi respiración estaba agitada. Solo podía pensar en salir y comenzar de nuevo o simplemente no comenzar, pero irme. 

Al terminar de bajar, repetí lo mismo, excepto que escuché pasos y voces. No lograba escuchar lo que decía, pero tuve que correr a esconderme detrás de una de las cortinas de los grandes ventanales. 

Los pasos se escuchaban cada vez más cerca. Tuve que taparme la boca y la nariz porque no podía evitar jadear. Estaba asustada y muy nerviosa.

Las personas hablaban de algo a lo que no le prestaba atención, debido a que me concentraba en no hacer algún ruido que me delate. Las personas siguieron su camino y por lo menos pude respirar.

Gateé hasta la escalera y bajé a toda velocidad. Pero tuve mala suerte y no pisé como era el escalón que le seguía y caí de culo en el duro piso. 

Me quejé e hice una mueca de dolor. Pero no era tiempo para lloriquear, era tiempo de seguir adelante sin mirar atrás. Corrí por el comedor y cada cierto momento giraba hacia atrás para saber si alguien me habrá visto o si estaban siguiéndome. 

Entré por el pasillo que se dirigía a la cocina que estaba todo oscuro cuando de repente tropecé con alguien, y los dos nos caímos al suelo.

¡Oh, mierda!

-¡Auch! - dijo la otra persona. Era una voz que conocía, claro, chillona. Cristina.

-Lo siento - susurré apartándome de ella.

-¡No ves por donde caminas, idio...! - fue interrumpida gracias a que le tapé la boca porque ella estaba gritando y podía delatarme.

-Haz silencio, Cristina - exclamé en susurros.

No podía verla, más bien tocarla. Así que tanteé con la mano que me quedaba libre hacia su brazo y llevármela directo a la cocina. 

-Cristina, tienes que hacer silencio porque sino lo haces vas a despertar a todos.

Cristina me miró de arriba hacia abajo y me imagino que pudo deducir.

-¿Qué es lo que estás haciendo? - preguntó con voz bajita.

Tragué saliva y tuve que controlar mi respiración para poder contestar.

-Cristina, me largo lejos de aquí - respondí.

Frunció el ceño y abrió los ojos. De verdad que ella estaba impresionada al saber que eran las ultimas horas en las que vivía en esa casa. 

-¿Qué? 

-Que me voy de aquí, Cristina... - tragué saliva y me mordí el labio para controlar ese nudo en el pecho que me asfixiaba. - Ya no soporto este lugar, ya no tengo nada que me ate aquí. Quiero ser libre, quiero alejarme de todo esto y no volver más nunca. No querría seguir aquí cuando lo único que he recibido son maltratos y humillaciones. Y sé que Giacomo no dejará que yo me vaya y por eso me escapo, porque él está tan obsesionado que no se da cuenta que repudio este lugar y a él... - por un momento se me quebrantó la voz. - Así que necesito que no me delates y que no digas que huí, que ellos se den cuenta solos de que me fui. Sé que nunca te he pedido un favor y no estoy en condiciones de pedírtelo. Pero por lo menos ayúdame a que yo sea libre, ayúdame a escapar. Ayúdame, por favor...

Pensé que no me ayudaría, pensé que su rencor por mi es tanto que no me apoyaría en este plan de escape. 

-Está bien, te ayudaré - su respuesta me asombró por completo. Jamás o bueno desde que llegué aquí, nos hemos llevado bastante mal por la única razón: Yo tenía la atención de Giacomo y ella no. - ¿Qués lo que tengo que hacer?

De verdad no podía creer esto...


Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Apr 19, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

$Vendida$Donde viven las historias. Descúbrelo ahora