Capítulo 3

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Tal vez puedas escuchar a lo lejos el sonido de la Rueda al girar, convirtiendo las casualidades en un destino grabado en piedra.

Una vez quedas marcada, no hay vuelta atrás.

Tan pronto como las palabras hubieron muerto en los labios de Stella, la sala quedó sumida en el más absoluto de los silencios

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Tan pronto como las palabras hubieron muerto en los labios de Stella, la sala quedó sumida en el más absoluto de los silencios. La rubia seguía detenida junto a la puerta de madera, ahora abierta, con la respiración agitada y los ojos dorados clavados en Bloom, mientras Daphne y las demás la observaban como si se hubiera vuelto loca.

—Stella —comenzó a decir Bloom, pero Daphne la interrumpió, girándose hacia ella.

—Bloom, ¿qué quiere decir todo esto?

La interpelada sacudió la cabeza, girándose primero hacia su líder, que se había levantado de su asiento en la cabecera de la mesa, y después hacia Stella, que seguía estando tan asustada que sentía ganas de gritar.

—¿Cómo que qué quiere decir? —repitió—. No sé lo que quiere decir. Probablemente yo sea la que tiene menos idea de lo que está pasando. ¿Se supone que es normal que la Rueda marque de un modo tan seguido a dos personas que se conocen? —añadió, pareciendo un tanto ansiosa. Tecna, quien no se había movido de su sitio, resopló.

—Apuesto lo que quieras a que no.

—No es algo de lo que yo haya oído hablar. Al menos, no de esta manera —admitió Daphne en voz baja—. Pero los giros de la Rueda siempre han sido impredecibles.

—La Rueda está hecha un desastre —murmuró Tecna, en un tono extraño y neutro—. Aunque sea como sea, tenemos a alguien más marcado. ¿Qué es lo que vamos a hacer, líder?

La incertidumbre y el miedo estaban volviendo a arremolinarse en torno a Stella, creándole un nudo en la garganta y haciendo que las piernas le temblaran. Sabía de sobra que muy probablemente Daphne no la quisiera allí, y que Tecna directamente parecía haberse olvidado de su presencia, pero no podía permitirse quedarse allí callada y no hacer nada.

—Tenéis que ayudarla —repitió, acercándose a la mesa hasta apoyar las manos sobre la superficie de madera oscura. A una parte de ella, la parte que seguía sintiéndose agraviada por estar en aquel lugar, le hizo gracia, en un sentido retorcido de la palabra, que las palmas de las manos le estuviesen sudando aún a pesar de no estar ni siquiera viva. Que los pulmones le ardieran y el corazón pareciese estar a punto de salírsele del pecho a causa del terror y la angustia—. Habéis dicho... habéis dicho que solamente la han marcado, ¿no? Lo que quiere decir que no está muerta.

Los ojos de Bloom se clavaron en los suyos desde el lugar donde estaba sentada, justo frente a ella. Eran grandes, azules como el mar, y al contrario que los del resto de las presentes parecían sinceros. Incluso melancólicos.

—No está muerta, Stella, pero la Rueda la ha elegido —trató de explicarle, en una voz tan baja que no parecía la misma Bloom que la había conducido hasta el hotel, vociferando sobre las maravillas de Reminiscencia—. ¿Recuerdas lo que te explicamos antes? Su energía se ha detenido. Pase lo que pase, cuando muera...

Reminiscencia 【SunFire】Where stories live. Discover now