O1

5.4K 658 204
                                    

Carta
a
Santa
゚⁠。*⁠・.゚⁠☆ ゚⁠.・⁠*⁠。゚


El lunes de aquella semana era el último antes de navidad. Las vacaciones estaban por iniciar y, con ello, un nuevo año más.

Katsuki llegó a la escuela puntual, saludando a sus amigos y mirando de reojo a Deku, quien le preguntó con emoción si ya sabía qué pediría de regalo para navidad.

Midoriya no era exactamente un amigo para Katsuki, ya que el cenizo no disfrutaba pasar tiempo a su lado. Solo era un secuaz para él. Así que ignoró descaradamente su pregunta.

- Si, Katsuki ¡Dinos lo que pedirás! -secundó Shiro, un chico albino a quien Bakugō consideraba su mejor amigo

El cenizo se volteó hacia él, sonriendo con presunción, contestando con emoción que su regalo sería una consola portátil de videojuegos.

Consiguiendo, con su declaración, que su amigo frunciera sus cejas con confusión- Pero... ¿No que ya tenías una? -preguntó nuevamente Shiro

Y Katsuki asintió, elevando una de sus cejas hacia el albino- ¿Acaso no puedo tener otra? -contestó, poniendo sus manos en jarra apoyadas en su cadera

Shiro asintió. Resignado, pero aún confundido.

No pelearía con Katsuki por algo así, pero no halló ningun sentido en tener dos de lo mismo.

Las clases comenzaron entonces, llevando a los amigos a sentarse en sus puestos correspondientes. Mismos los cuales estaban bastante separados el uno del otro.

Bakugō era un chico aplicado. Ponía toda su atención en cada clase que pasaban, aunque fuera algo aburrido o que ya conociera.

Es mejor estar preparado; pensaba el cenizo.

Sin embargo, ahora que estaban ya en la última semana de clases, no hacían nada de ámbito "estrictamente escolar".

Así que proyectaban películas o proponían juegos en grupo durante las clases.

Ahora, de hecho, estaban haciendo la segunda opción.

Y Bakugō, al ser también un chico muy competitivo, siempre buscaba poder ganar en todas las actividades que realizaban.

Fuera por las buenas, o por las malas.

Cosa que molestaba mucho a la mayoría de sus compañeros de curso, quienes, sin embargo, no se atrevían a decir nada en su contra.

Y es que, de otro modo, Bakugō amenazaría con golpearlos.

Amenazas que el cenizo ya había demostrado que no eran en vano.

Sin embargo, en esta ocasión, Katsuki vió a la perfección como su victoria segura en el juego se le fue arrebatada por uno de sus "amigos".

El ladrón se veía sonriente. Feliz con lo que acababa de hacer. Sin importarle si Bakugō se sintió mal por haber perdido la victoria.

En cambio, él solo se preocupó de recibir las felicitaciones de sus demás compañeros. Incluso de Shiro, mismo quien Bakugō pensó que no iría con el otro chico a felicitarlo, sino que se quedaría a su lado a consolarlo por haber perdido.

Aquello fue extraño e incómodo. Ajeno a lo habitual. Así que Katsuki decidió marcharse del salón y encerrarse en el baño para estar solo un momento.

Pero nadie fue a buscarlo cuando desapareció. El rubio esperó y esperó, sintiendo pasar los minutos y, más tarde, las horas.

No sabía si ya era tiempo de irse a casa, pero quería esperar un poco más.

Quería que sus amigos fueran a buscarlo y se disculparan con él por haberlo dejado de lado.

Quería que ellos notarán que no estaba ahí.

Pero no lo hicieron...

.
.
.

Bakugō llegó cansado y triste a su casa. Quería acostarse en su cama y esperar a que fuese mañana para poder preguntarle a Shiro si había notado que había desaparecido luego del juego que perdió.

Sin embargo, apenas subió a su habitación, su cansancio se esfumó.

Porque ver que su padre le había instalado, por fin, aquella alfombra de autopista que le había pedido hace semanas, hizo que le entraran unas ganas enormes de usarla.

Y así hizo.

Arrojó todos los autos de juguete que tenía y comenzó a manejar sobre la autopista.

Imaginó que, tal vez, cuando él fuera grande y tuviera una licencia de conducir, podría ir con Shiro a aquellas carreras clandestinas que mostraban en televisión.

Tal vez también llevaría a Misaki y a Kei... Pero eso solo si tenía espacio, sino solo iría con Shiro.

Sonrió, bostezando con cansancio ante todo lo que aquel día había ocurrido. Fue entonces al baño y se preparó para poder acostarse a dormir.

Ya mañana podría contarle a su amigo todas las aventuras que les esperaban cuando fueran grandes y tuvieran sus licencias de conducir.

Carta a Santa    [Katsuki; KrBk]Onde as histórias ganham vida. Descobre agora