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Carta
a
Santa
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Los meses pasan lentamente para el cenizo, quien tuvo que aguantar todo el verano a la pesada de su madre presentándole gente y obligándolo a conocer y jugar con niños tontos que, en definitiva, no eran de su agrado.

Pero finalmente debe volver a la escuela. Y no quiere hacerlo, no quiere tener que ver los rostros de falsos amigos. De hecho, no quiere tener que ver el rostro de nadie.

Sin embargo, debe hacerlo.

Debe ver los rostros asquerosamente felices de sus ex amigos, así como debe ver el rostro avergonzado del chico nuevo al que han sentado a su lado.

- Hola -dice el azabache, sonriéndole con sus peculiares dientes afilados- Mi nombre es Kirishima Eijirō -se presentó

Pero Katsuki simplemente lo ignoró, no quiere hablar con nadie, pues aún está decepcionado de lo que él pensó sería un mejor año escolar.

Pero tal parece que sería igual a los anteriores.

O eso pensó en ese momento.

- ¿Puedo ir contigo al recrro? -preguntó el azabache, parándose rápidamente para evitar que se le escapara el rubio

Katsuki lo miro sorprendido. Él pensó que Kirishima, al ser nuevo, se iría a sentar con el primer grupo que lo invitó a estar con ellos.
Pero no fue así, el azabache los rechazó y luego le preguntó a ÉL si es que podían ir juntos.

¿Por qué?, ¿Para qué?

- Como quieras -contestó, comenzando a sentir cierta ilución al ver al chico sacar un envase de papitas y luego caminar con él hasta llegar al patio del recreo

Bakugō miró todo el tiempo a Kirishima de reojo, viendo a este abrir sus papas y ofrecerle para que sacara.
Cosa a la cual no se negó.

- No me dijiste tu nombre -recordó Eijirō, mirando al cenizo a su lado, quien pareció pensar en si decirle o no cómo se llamaba

- Bakugou Katsuki -soltó

Decidiendo, esperanzado, confiar en aquella nueva oportunidad de tener un amigo de verdad.

.
.
.

Luego de aquel primer día, el par de chicos habían estado juntos en todo momento, sin embargo, Bakugō aún no estaba del todo seguro de las intenciones del azabache, pues se había vuelto muy desconfiado después de que sus últimos amigos le fallaran tan despiadadamente.

Ahora creía que, tal vez, Kirishima estaría con él por hoy, pero mañana buscaría a alguien más.

Es por eso que, cuando un día Eijirō fue alejado discretamente por uno de los ex amigos del cenizo, Katsuki sintió inmediatamente que el inminente final de su corta amistad estaba por llegar.

Se acercó con cuidado para escuchar de lo que hablaban, y se topó con la esperada charla de "no te juntes con él".

- Es un niño muy pesado, puedes venir y juntarte con nosotros -aconsejó el albino

Y, a pesar de que el pelinegro estaba por quejarse y negar ante aquellas palabras malintencionadas contra su amigo, Bakugō se le adelantó.

El rubio avanzó hasta el par y, con el impulso de su caminar, golpeó al albino. Sus puños cerrados y su rostro hirviendo de la rabia, volteando a ver la sorpresa en el rostro de Kirishima, mismo a quien empujó hasta hacerlo caer de espaldas.

Eijirō jadeó por el golpe que se dió por caer en su trasero, al principio confundido, pero molestándose rápidamente al verse tirado en el piso por culpa del rubio. Así que se levantó y caminó hasta empujar de vuelta a Katsuki.

Acción que entusiasmo al albino, quien aún estaba adolorido, sobando su mejilla adolorida a un lado de ellos.

- ¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! -comenzó a gritar, siendo rápidamente seguido por chicos y chicas que estaban pasando por ahí

El ambiente se tornó de golpe desagradable, pesado e incómodo. Kirishima no quería golpear al rubio y notaba que este también quería salir de aquel círculo en el que los encerraron.

Sin embargo, antes de que alguno hiciera o dijera algo, llegó un hombre alto y delgado frente a ellos.

El director.

El hombre levemente canoso los separó y envío a ambos a su oficina, llamando a sus padres e informando de la situación extraña en la que los vió envueltos.

- Sus padres dijeron que están en camino -informó el adulto, levantándose de su silla y caminando hacia la puerta de la oficina- No me tardo -avisó, saliendo y cerrando la puerta tras de él

Ambos chicos, entonces, se mantuvieron callados los primeros segundos en que quedaron solos. Pensando con pesar en lo ocurrido.

Sin embargo, con visiones distintas del problema.

Bakugō, por su parte, se sentía presionado. Como si hubiera cometido el peor error de su vida y debía disculparse cuanto antes. ¡Debía disculparse enserio! Pero le daba vergüenza.

Y también le daba miedo, pues cabía la (no tan poco probable) posibilidad de que Kirishima no aceptara sus disculpas. Alejándose de él y cortando definitivamente el lazo que estaban apunto de formar.

El rubio sintió ganas de desbordarse ante sus pensamientos. Y es que no se había dado cuenta de que se le estaba dando una oportunidad de conseguir un amigo. Un verdadero amigo. Pero ahora...

Ahhh.

Lo había arruinado todo.

Sin embargo, en medio del silencio que dejó la partida del director, Eijirō se atrevió a hablar para interrumpir el silencio.

- Perdona por haberte empujado, estaba molesto, pero ya no -explicó, sonriéndole al confundido rubio, quien solo asintió ante lo que dijo, haciendo al pelinegro sonreír aún más- ¿Amigos? -preguntó, extendiendo una de sus manos en dirección al rubio

Esperando a que este la tomara con la suya propia.

Y, con los ojos ardiendo, Bakugō sintió su garganta apretada y su estómago revuelto.

Las ganas de llorar cegandolo de manera patética.

Porque eso estaba pasando de verdad.

Kirishima le está ofreciendo su amistad.

Disculpándose por algo que él comenzó. Restándole importancia.

Como si fuera solo un tonto error.

- Si... -susurró, tomando la mano que el azabache le extendió para sellar el "trato". Apretándola con fuerza, temiendo que, al soltarla, él mismo acabara por derrumbarse

Sin embargo, eso no paso. Y, en cambio, ambos sonrieron con la felicidad instalada en sus miradas.

Amigos.

Carta a Santa    [Katsuki; KrBk]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu