Capítulo 6

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Mientras en el exterior las últimas fuerzas de la Resistencia recibían la ayuda inesperada y crucial de nuevos aliados cuando más la necesitaban, gracias a la ayuda de Lando, en las penumbras del templo de Exegol dos antiguos enemigos volvían a verse las caras una vez más.

-Abuelo –susurró Ben con asombro y solemnidad, con la mirada fija en el hombre de mediana edad que estaba ahora junto a ellos. Rey miró a Ben sorprendida al escuchar esa palabra salir de su boca, y comprender lo que aquello suponía. Al fin, después de tantos años desesperado por contactar con su abuelo, por hacerle sentir orgulloso de la manera equivocada, Ben Solo y ella habían sido merecedores de ser salvados de la muerte por el fantasma del primer Skywalker. El torbellino de sentimientos que inundó a Ben lo hizo igualmente en Rey. Así, la joven pudo sentir cómo la última pieza que faltaba por encajar en el alma de Ben encontraba finalmente su lugar, haciendo su redención plena.

Palpatine, sin embargo, estaba muy lejos de esos sentimientos de plenitud, ya que irradiaba una furia y un odio que nacían desde lo más profundo de su cuerpo corrupto. Anakin le mantuvo la mirada, desafiante, pero cuando habló por primera vez sus palabras no fueron dirigidas al emperador.

-Bienvenido a la luz de nuevo, Ben. Has aprendido de mis errores; estoy orgulloso de ti.

En ese momento, las voces de los antiguos maestros Jedi volvieron a resonar en las mentes de Rey y Ben, con más fuerza que nunca. Sus palabras les rodearon, llenando cada recoveco de su ser con nuevas fuerzas y la firme determinación de todos los antepasados por acabar con el desequilibrio, y volver a traer el balance que Palpatine había destruido.

A continuación, Anakin usó la Fuerza para acercar el sable láser de Leia hasta las manos de Rey, y el suyo a las de su nieto Ben. Ambos jóvenes encendieron sus espadas al unísono, y encararon al emperador, gritando:

-Somos una Diada, dos que son uno, y todos los Jedi están con nosotros.

Los acólitos espectrales de Palpatine, que no habían dejado de entonar sus cantos maléficos, desaparecieron al instante entre chillidos desgarradores. El silencio lo inundó todo durante unos segundos, antes de que el emperador concentrara todo su odio acumulado durante décadas para invocar el más mortífero y destructor rayo, que partió el cielo en dos e iluminó los alrededores del templo como si fuera de día.

-Destruiré tu línea de sangre de una vez por todas, aunque para ello tenga que destruir también la mía –le gritó el emperador al fantasma de Anakin, riendo con maldad. Acto seguido, lanzó su potente descarga contra los jóvenes, que cruzaron de inmediato los sables láser para frenarla. Unidos serían más fuertes.

El impacto provocó una luz cegadora, y el ruido fue tan ensordecedor que los jóvenes apenas podían oír sus gritos desgarradores, aunque sintieran sus pulmones a punto de estallar. Apretaron los dientes hasta casi partirlos, y forzaron los músculos hasta casi desgarrarlos. El impacto los arrastró varios metros por el suelo polvoriento, pero hicieron acopio de todas sus energías y concentración, mientras sentían la Fuerza que les otorgaban todos los antiguos maestros. No eran ya solamente Ben y Rey quienes controlaban el rayo, sino todos los que habían sido Jedi alguna vez y habían enfrentado al lado Oscuro.

Con la fuerza de mil generaciones apoyándoles, la Diada consiguió recuperar su posición paso a paso, y empezar a empujar la descarga de Palpatine contra él. El Sith sólo podía ser destruido con su propio rayo, o de lo contrario su espíritu y el de todos los Sith tomarían posesión de un nuevo cuerpo, preferiblemente el de su nieta. Ni Ben ni Rey estaban dispuestos a permitirlo; Palpatine tenía que ser destruido, o no habría más esperanzas en el futuro.

-Mi línea de sangre continuará, y la tuya será purificada -le contestó Anakin, con la mirada fija en los ojos amarillos del Sith -. Rey es del lado luminoso; siempre lo ha sido, y siempre lo será, con la ayuda de mi familia. Has fracasado, Palpatine.

Tras estas palabras, que Anakin dirigió al emperador no con odio sino con serenidad, el fantasma invocó su Fuerza para resquebrajar la dura piedra del trono desde dentro; las púas puntiagudas que brotaban de él como las patas de un ser malévolo emitieron un crujido chirriante y comenzaron a caer en mil pedazos a los lados del emperador. Anakin pretendía hacerle perder la concentración para darle ventaja a su nieto y a Rey, quienes aprovecharon esto para continuar ganando terreno. Paso a paso, centímetro a centímetro, los jóvenes fueron acercándose peligrosamente al emperador, haciendo uso de todas sus energías. Sabían que lucharían hasta el final, hasta las últimas consecuencias. Sus amigos en el exterior habían conseguido dar la vuelta a la situación gracias a los refuerzos, e iban ganando una batalla que parecía perdida de antemano.

Ahora, el destino de todos los miembros de la Resistencia, y de las gentes que anhelaban vivir en paz, estaba en manos de Rey y Ben Solo.

***

Anakin volvió a concentrar el poder de su Fuerza en distraer al emperador destruyendo el trono de piedra. Hizo caer un enorme fragmento pétreo a los pies del Sith, que perdió el equilibrio y tuvo que parar finalmente su ataque sobre los jóvenes.

Rey y Ben aprovecharon los segundos de ventaja de que ahora disponían para conseguir contener el rayo destructor de Palpatine, y usarlo en su contra. Con la Fuerza y la ayuda de todos los antiguos maestros, los jóvenes revirtieron la dirección del rayo, que se volvió en contra del emperador, impactándole de lleno.

-¡NOOOOOOO! -gritó el Sith, no por el dolor de las quemaduras, sino por el profundo odio que sentía hacia los Skywalker. Sus carnes impías ardieron poco a poco, hasta convertirse en cenizas.

Anakin miró entonces a su nieto y a la joven Jedi. Les sonrió, con la mirada plena de orgullo, para después desvanecerse. 

Nadie más se sentaría en aquel trono Sith. El equilibrio estaba restablecido.

***

La sala del trono comenzó a temblar por la fuerza de la onda expansiva; todo a su alrededor comenzó a resquebrajarse: el suelo se movió violentamente, y después se abrió en inmensas y profundas grietas. Los fragmentos del techo cayeron en medio de un ruido ensordecedor y una polvareda que dificultaba la visión. 

-¡Ben! -gritó Rey asustada cuando le perdió de vista, después de que un fragmento de techo cayera entre ellos. El polvo que entraba en sus pulmones le provocaba una terrible tos.

Sintió el aturdimiento mental de Ben, que había sido golpeado por una piedra en la cabeza. Rey notaba el hilillo de sangre caer por su rostro como si fuera el de ella misma.

Finalmente le localizó a través de su conexión al otro lado de una enorme grieta, que le hizo recordar inmediatamente a aquella que se había abierto entre ambos durante su primera pelea. Entonces, ella había dejado a Kylo Ren herido y a su suerte; pero no dejaría a Ben Solo abandonado ante una muerte segura.

-¡Deprisa, Ben!, ¡Debemos salir de aquí! –le animó ella, gritando para hacerse oír en medio del estruendo.

Ben intentó ponerse en pie, cojeando, pero lo veía todo borroso. Los escombros seguían cayendo a su alrededor. No podía poner la vida de Rey en peligro ni un segundo más.

-¡Sal de aquí, Rey! Sálvate tú. Yo intentaré escapar.

Pero Rey no iba a hacer tal cosa. Ben Solo había regresado a la luz y había acudido en su ayuda motivado únicamente por el amor que sentía por ella. Rey también le amaba, y antes moriría que dejarle allí solo abandonado a su suerte.

The rise of Ben SoloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora