Capítulo 10 - Enamorada

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Macarena le devolvió el dispositivo de acceso a su vehículo a la morena, le indicó que debía manejar. En esta ocasión no iba a ser uso de su chófer, le sonrió de nuevo, se moría de ganas de besarla desde que salió del ascensor y la hermosa rubia estaba esperando por ella a unos pasos, se contuvo a sólo corresponder las sonrisas.

Bárbara le abrió la puerta, uno de los tantos gestos de la morena que una y otra vez la derretían.

Al entrar a su asiento de piloto, la ojiazul dejó dar rienda suelta a la misma desesperación que tenía su acompañante apenas cruzaron miradas.

—Me encantas... –aprovechó para acariciar con sus dedos la línea de la mandíbula de Bárbara–. Nunca había sentido algo así... eres especial. –expresó para darle un tierno beso, mientras sentía como las manos de la morena se enredaban en su cabellera para acercarla más.

Los vidrios polarizados les garantizaba no ser notados por nadie del edificio. Para la futura CEO sería algo bochornoso, y aunque le parecía así y arriesgado no se contuvo, todo el día pensando en los besos de la morena la tenían al borde de la desesperación, el sentimiento creado entre ambas le era maravilloso.

Pensó en todas las posibilidades de ellas dos juntas y no le importaba el único impedimento que pensó habría, la distancia.

—Hermosa, eres la mujer más linda que he podido besar, tus labios y toda tú sos... lo máximo –dijo entre jadeos, la morena debía detenerse, el beso y la pasión de la ojiazul la estaban descontrolando–. Pero muero de hambre. –mintió, le dio un beso corto y se separó un poco más. Suspiró profundamente y emprendió la marcha al restaurante de siempre. La rubia amaba verla al volante.

 La rubia amaba verla al volante

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Mientras iban en el camino conversaron de asuntos varios; la morena tomó la mano de la rubia y la puso sobre su propio muslo para acariciarla, no quería desperdiciar segundos de estar a su lado y en ese periodo del almuerzo era muy limitado.

Estaban en el restaurante, pero esta vez usaron el área privada, estaban ellas dos solas, atendidas a pedido por ellas mismas y así lo hicieron para iniciar su almuerzo; Macarena deseaba que nadie las interrumpiera, tenían que adelantar y hablar lo mucho que tenían pendiente, desde la noche anterior en la que la morena detuvo lo que seguramente hubiese sido su primer encuentro íntimo, pero era necesario.

Aunque se sintió frustrada luego lo meditó y era lo mejor, amó que Bárbara haya sido tan respetuosa y considerada, poco a poco sumaba una serie de detalles que le encantaban más y más.

—Estuve pensando mucho... –expresó la rubia apenas iniciando el primer bocado, estaba nerviosa, aunque la tanda de besos que se dieron mientras esperaban la comida le dio mucha más confianza, percibía de Bárbara lo mismo, estaba segura que ambas querían lo mismo...

Bárbara se sorprendió un poco, casi se atasca con su comida.

La rubia no deseaba perder tiempo y le encantaba, porque para ella el único impedimento era ser para la rubia un evento de confusión o experimentación, dado a que era inexperta en casos del amor, al decir verdad Bárbara también lo era, nunca se había sentido así por una mujer, por ninguna de las muchas que pasaron por ella, ni siquiera por la única de la que pensó haber estado enamorada años atrás.

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